Tenía muchas ganas de escuchar un poco de alemán y ver un poco de Berlín. Y bueno, me saqué las ganas. Documentales, secos pero bien orientados. El primero (1999) transcurre íntegro entre las paredes del archivo de la agencia alemana que se ocupa de recabar información sobre todos aquellos que murieron o fueron atendidos por heridas en los hospitales de campaña alemanes durante la guerra. Me hizo acordar a esa historieta de Minaverry que viene publicando Fierro.
Impresiona ver a los entrevistados decir sin pestañear que trabajan entre esos papeles desde, por ejemplo, 1984, juntando pacientemente pedacito tras pedacito de información a pedido de, por ejemplo, los hijos de los soldados muertos. Hacen cosas como mandar a los deudos medallas de cincuenta años atrás.
Al terminar, el director, Bernhard Sallman, estaba de lo más interactivo e interesado en su público. La traductora sorprendió agradablemente: parece que es imposible conseguir un traductor decente de inglés, pero con el alemán va mejor.
La segunda vino con presentación: Neukölln es un barrio de Berlín lleno de inmigrantes, que fue llamado por los medios algo así como la «cuna de la delincuencia». Sallman vive ahí y se lo tomó como algo personal: se fue con su cámara a entrevistar a los vecinos. No sé si es el cariño que el director le puso, pero el Abasto a las diez de la mañana se ve más amenazante que Neukölln, a puro niño jugando en el parque y artistas en bicicleta y accesibilidad vial. Él mismo dice en una entrevista: «sospecho que más bravos son algunos lugares que hay por acá, viniendo de Ezeiza».
Me gustó la garra que le pone Sallman. No es Farocki, pero va por el buen camino.

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