Como siempre, arranqué el festival con una peli asiática, y en la sede central. Estoy descubriendo, con asombro y disgusto, que soy -o me estoy convirtiendo en- una persona tradicional. De modo que cumplí con el rito.
La asiática de esta vez era A tale of cinema. Lo mejor fue ver Seúl, llena de basura y de cadenas de comidas rápidas como KFC y Subway, al mejor estilo Los Angeles. Y escuchar el coreano, y sentir -eran las 9- las inconfundibles ganas de salir corriendo a comer algo que tenga verduras y mariscos cortaditos y mezclados y picantes. Lo peor, para mí, fue la trama, de a ratos exasperante y de a ratos sólo aburrida y autorreferente. Por supuesto, la culpa es mía: nadie puede decir que el título no avisara.
Una hamburguesa más tarde me instalé en el Hoyts 6 -por lejos la peor sala del festi-para ver la esperada peli de Alberto Fuguet, Se arrienda. Otra vez: me gustó escuchar el chileno, una lengua quizá más extraña que el coreano. Otra vez, una película de estudiantes que sueñan con hacer películas y se reencuentran años después. La de Fuguet es criticable, todas las películas son criticables, pero tampoco es cuestión de destrozarla de oficio nomás. Tiene muy buenas intenciones y en muchos casos funcionan. Y no se le pidan peras al olmo. Con muy mala leche se pueden comparar algunos pasajes con Tango Feroz, o se puede ver el planteo -pacientemente explicado luego por el productor- como un poco simplista («no es cuestión de elegir entre venderse y no venderse, uno puede arrendarse»). No se nota, pero me gustó. Aunque es más difícil explicar por qué. Ah, según dicen, éxito total en Chile, tanto de la peli como de la -bonita- banda de sonido. Como Tango Feroz.
M.B.