Islas distantes

Eventualmente llegamos a Groenlandia. Una frase enorme y grandilocuente como decir llegamos a América, a Asia, a Europa. Es un enunciado verdadero también. Después de todo a la realidad solo podemos tocarla en un punto. Paso a paso vamos llegando hasta que ya está. Tocamos tierra. Llegamos. Estoy feliz. Llegamos. Por la noche cuando se iba la luz aparecían unos pájaros locos que reían y volaban como murciélagos cuando los iluminaba con la linterna. Un haz de luz en la noche interminable y los pájaros desparramados para todos lados. De tanto en tanto alguno se posaba en la cubierta y yo me sentía en el buen camino. Quisiera creer que esos pájaros chiflados eran petreles de las tormentas. Porque me gusta mucho ese nombre y porque asocio a los petreles con la felicidad. Con la felicidad nueva mejor dicho como la primera vez que llegué a Ushuaia y veía volar a los petreles gigantes desde la costa. La felicidad para saberse necesita renovarse. Vimos cielos anaranjados y rosas, vimos cielos grises como nunca antes había visto y vimos ballenas respirando como búfalos. Vimos otros pájaros viniendo desde las olas y volar sobre nuestras cabezas para volver a la nada desde donde venían. Así por horas. Vimos por fin el hielo. Y el sol. Los cielos diáfanos después de tanta bruma en la costa de Canadá. El día fue alargándose y ya casi no había oscuridad, pasaron siete días como si fueran uno solo, me cuesta reconstruir las horas. ¿En qué pensaba? No lo se. Una canción de Blur me sigue desde que salimos, Out of Time: Estuviste tan ocupado últimamente/que no tuviste tiempo para abrir tu corazón (vamos a traducir por esta vez mind por corazón)

¿Por qué viajamos? Para cambiar nuestra relación con el tiempo, para vivir en la eternidad del instante. John Berger, Ted Hughes, Denis Johnson, James Salter me acompañaron. Berger me dice que enfrentar al mar es enfrentarse a lo indecible y para ello hay que soltar la imaginación primero y controlarla después para evitar el pánico. Compara a los marineros enfrentando el mar con los médicos enfrentando la enfermedad. Ted Hughes es un poeta que venía por las mañanas y por las tardes. Y en medio del mar me habla de zorzales y de unas islas inaccesibles, Unapprochable Islands. Están allí, brillan al sol pero nunca se las puede alcanzar. El viento te expulsa. Me lo puedo imaginar, tan lejos y tan cerca. Una lástima que ahora podamos llegar a todos lados. Un instante que es todos los instantes. Tirado al sol sobre la cubierta, amarrados a tierra firme, peñones que surgen aquí y allá y los valles se abren donde hasta hace poco estaba el hielo. Groenlandia son unos dedos de tierra, los fiordos que penetran y hacia el interior el hielo, los osos y los lobos. Quiero creer. Salter y Johnson saben que las historias comienzan y terminan en cualquier parte, no tienen prisa, no se apuran, no juzgan y observan. En el pueblo hay un museo atendido por un inglés solitario que espera la llegada de los barcos. Es una lástima que nos sepa tomar mate. Cuando le preguntamos nos dice que ya no tiene a nadie en su Lester natal. Silencio. Dan ganas de preguntarle si murieron todos en un accidente. En el único bar abierto todo el mundo está borracho. Todos. Menos una banda en un escenario minúsculo. Rock esquimal. Todo el mundo nos toca, ríe y nos habla. Una mujer para contarme que tiene dos hijos hace un gesto con sus manos desde su vagina implicando un parto. Los músicos ponen todo su esmero, en un momento el guitarrista tantea la billetera para ver cuanta plata le queda y ver si se puede tomar unas cervezas. Da ternura. Todos queremos abrirnos paso. Después del sol vinieron dos días de una lluvia constante. Cuando el sol volvió a aparecer salí a correr hacia el interior. Colinas rocosas que suben y bajan, arroyos y mallines, el mar que aparece y desaparece y a los lejos unas montañas brillantes metiéndose en el mar. De a poco el horizonte se va a poner rojo. Cuando salimos desde Saint John’s el mar estaba confundido y las olas venían desde distintas direcciones. No había mucha visibilidad y esperábamos un iceberg apareciendo en cualquier momento. Pero no. No había hielo, solo nosotros contra nuestros fantasmas. Después en el mar abierto las cosas cambiaron. Todo empezó a fluir y el barco a moverse con un movimiento natural, a volar sobre las olas que son ondas interminables. Hay horizonte hacia donde se mire y Florian dice que si miramos bien estamos en la cima del mundo, hacía donde vayamos el horizonte se curva y empezamos a caer. Los días se alargan y dormimos cada vez menos pero no importa, queremos estar. Las horas ya no cuentan, nadie sabe bien si es una hora más tarde o más temprano. Lo mejor es que no tiene sentido. Tampoco los días. Lo único seguro son los grados al Norte: si fuéramos hacia el Sur ya pasamos Tierra del Fuego me digo, ya llegamos a la península antártica, ya estamos un poco más allá. ¿Qué querés ser cuando seas grande? Vivir sin tiempo ni medida.

Vuelvo caminando del pueblo y paso entre las cubiertas de los barcos de pescadores para llegar al nuestro que es como un fórmula uno estacionado al lado de tres tractores de la década del sesenta. El espacio de un fórmula uno también pero con cuatro tipos arriba. Camino sobre unas cuerdas viejas, cajones y redes. Más allá un iceberg flota junto a la orilla terminando su recorrido. Uno de los días siguientes anclamos en una bahía solitaria. Por la mañana salimos a explorarla como los primeros habitantes del planeta. Primero vimos disiparse la bruma que devolvió las montañas circundantes poco a poco. Alegría. El mundo regresa, las montañas regresan, el hielo vuelve a brillar. Ted Hughes se pregunta sobre los zorzales saltando en su jardín: Is their single-mind-sized skull, or a trained body, or genius. Es genio Ted, es genio.

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