Dicen los que vieron el documental de Al Gore que este está cortado por la misma tijera. Dicen los que vieron Fast Food Nation que esta es en serio, que esta es mejor. Yo no vi ninguna, así que sólo puedo decir que es un muy buen documental, que sería excelente si no resultara tan molesto su extremo didactismo yanqui, su bajada de línea sin metáfora y sin pudor.
Robert Kenner investiga todo el circuito de producción y consumo de los alimentos en Estados Unidos. A través de una impecable estructura de capítulos, va rubro por rubro -carne, vegetales, maíz, soja- demostrando hasta qué punto hoy la producción de comida es una industria creciente y cada vez más concentrada, cada vez más alejada de lo natural e interesada únicamente en ampliar las ganancias, a costa de la salud e incluso la vida de los consumidores.
Resulta bastante impactante saber, por ejemplo, que hoy el 70 por ciento de la producción de carne de Estados Unidos está en manos de la misma empresa; que las vacas son alimentadas con cosas especialmente diseñadas por ingenieros, que se las meten directamente en el primero de sus cuatro estómagos a través de un agujero que les hacen para eso en el lomo (oh sí); que las vacas ya no comen pasto sino maíz, porque es más barato; que los pollos crecen tanto y tan rápido que no pueden sostener su propio peso con sus patas; que los granjeros tienen prohibido guardar las semillas, y que Monsanto, todopoderoso dueño de la patente del poroto de soja indestructible, envía matones a controlar que esta prohibición se cumpla.
Después de verla, queda una pregunta flotando: el hecho de vivir en un país subdesarrollado, ¿nos jugará a favor o en contra en esta pesadilla de la tecnificación alimenticia? Al fin y al cabo, es el tema político central del último año.

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