Promocionada como comedia superindependiente, de comedia no tiene nada. Algún amigo la calificó de sádica. Sigue de cerca las andanzas y desventuras de un señor de mediana edad metido en uno de esos «proyectos» yanquis para ganar guita donde entrás siendo gerente regional y tenés que pagar para ascender escaloncitos. De esos donde se supone que el negocio es conseguir otra gente que pague para ser tu subordinado y darte un porcentaje de sus ganancias. Desde el principio sabemos lo que le va a pasar al pobre Thomas Lindsey, tan parecido a Barton Fink en su siniestra habitación de motel, y sin embargo no podemos más que acompañarlo en la desgracia. Eso sí, qué actor, qué casting, qué cara.
No sé si se entiende, a mí me gustó, a pesar de todo. Está en la línea «dedo en el culo al sueño americano», y eso a la larga siempre es un buen comienzo.

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