Para Maui, el único que le dijo «no» al Festival de Cannes.
Obviamente en el párrafo anterior hablo de Hans Hurch y su monárquica Viennale. Pero la Viennale es un festival de cine. Cannes es otra cosa. ¿Qué otra cosa? No lo sabemos. Creo que de hecho, nadie lo sabe.
A diferencia de otros años, basta repasar la lista de films seleccionados en la competencia (ver aquí) para darnos cuenta que algo no está del todo bien y que esa lista no genera ningún tipo de entusiasmo a priori. Excepto alguna sorpresa, no se esperan grandes revelaciones cinéfilas para este año. Todos o casi todos los presentes son nombres conocidos, con largas trayectorias, o al menos, con obras (y carreras) consideradas “importantes”. De los 20 títulos, ninguno es una ópera prima y tres de ellos son previos ganadores de la palma de oro. No es un apunte menor. Tampoco es menor el dato que muchas de estas películas pertenezcan a ese género llamado “de época”. En años pasados, la selección de films en competencia también supo ser un rejunte de grandes nombres, pero una cosa es que Terrence Malick nos desilusione y otra es esperar que la nueva de los Cohen, al final, no esté tan mal. Ni hablar de las nuevas películas de gente como Alex Van Warmerdam (en su filmografía figura una película con la actuación de Ulises Dumont) o Abdellatif Kechiche. Destaco a estos dos, porque pertenecen a esa extraña (y poco confiable) raza de actores devenidos directores. (Usted no escuche esto, mí querido Vincent Gallo). No hay nada malo en el mainstream (sostienen algunos y es materia discutible), pero sí en el mainstream medio pelo (y aquí no hay discusión posible).
Cuando en la Argentina surgieron los primeros videoclubs, los había de dos clases: los especializados, manejados por gente que gustaba del cine y trataba de que ese gusto se vea reflejado en los títulos a disposición del público (obviamente, sin dejar de lado lo más comercial) y los que vieron en esta nueva actividad simplemente la manera de hacer un negocio. No hay nada malo en esto. (Supongo que los que instalaron canchas de paddle tampoco conocían mucho de la historia de este particular deporte. Desconozco los motivos e inquietudes de los que abrieron parripollos).
¿Qué fue lo que condujo a Cannes a esta selección entonces? Es difícil de analizar, suponer o siquiera adivinar. No debe existir cineasta (y aquí estoy suponiendo), que se anime a rechazar ser parte de este festival o evento o como lo queramos llamar. Por otro lado, los festivales más prestigiosos del mundo son cada vez más fáciles de identificar y los programadores de estos establecen lazos dejando en claro quiénes son unos y otros. Es un juego entre un grupo de iniciados. Pero también un juego de poder que establece nombres, cánones y esas cosas. Cannes parece descreer de estos festivales y encerrarse en una mirada autista sobre el cine. Una especie de (y volvemos a este bendito y repetido termino) cinema de qualité en versión aggiornada.
Y, si bien es otro tema, también es raro que incluso algunos de estos festivales prestigiosos, tampoco miren con malos ojos a Cannes y su mercado, y establezcan colaboraciones que, nos dicen, ayudan al cine. Se sabe que es difícil despreciar la palmada en el hombro de los dueños de (casi) todo, y nada más lindo que sentirse parte de ese grupo, aunque sea por un rato.
No sé que es más cruel.
PD: al escribir esto me doy cuenta de que cualquier persona podría desestimar todos mis argumentos mencionando la programación del festival para el cual trabajo. Y tendría razón. Aunque sería muy injusto comparar cualquier festival del mundo con Cannes. Al pensar sobre esto recuerdo el prólogo que Truman Capote escribió para su libro Los perros ladran. Ahí Truman contaba la historia de un cuervo que tuvo como mascota durante un tiempo. Lo particular de este cuervo es que se creía perro y adoptaba todas las costumbres de dicho mamífero. Y así iba por la vida el pajarraco, tomando actitudes que le eran totalmente ajenas y creyéndose algo que no era. A causa de esto un día el pequeño cuervo cruzó la calle caminando, negándose a volar como le indicaba su naturaleza y -se me hace un nudo en la garganta- un auto lo atropello causándole, obviamente, la muerte. El bueno de Capote sacaba como conclusión que está bien actuar y comportarse de una manera distinta a la que nos indica nuestra naturaleza y el lugar que ocupamos en el mundo, y que esa es la única forma de lograr que las cosas ocurran o cambien. Aunque esa actitud llevada al extremo, nos depare un futuro como el del noble cuervo, a quien van dedicadas estas palabras, escritas por alguien que se cree programador de un festival de cine.