Tokyo

Esa noche cuando me acosté todavía me sentía flotando y esa misma noche soñé con Tokyo que era y no era ese pueblo increíble que se veía allá abajo. Alguién me esperaba. Una voz. Fue un cruce especial. La mayoría de los pasos en altura se sienten más en la respiración que en otra cosa pero aquí había una cornisa increíble y montañas enormes y escarpadas en el horizonte, Tin Tin en Nepal. La noche anterior había intentado dormir bajo el peso de cinco frazadas. Sentía una carga en el pecho, un incubo. Salí con la neblina y la escarcha todavía cayéndome sobre la cabeza. Y empecé a subir y subir. Primero el valle estrecho junto al río, después la pampa de altura, después la cornisa y las nubes. Pasé del otro lado junto a rocas con forma de pirámides, bajé y comencé a subir otra vez. Arriba, la alegría de las cumbres nevadas y el cielo. Empezó entonces el verdadero descenso y el aire frío que corta. Apareció otra cornisa y entonces, flotar. Ladies & Gentleman we are floating in space. Antes solo había volado en sueños. Todavía me sorprendo cuando encuentro a personas que nunca volaron en sueños. No lo puedo concebir. Una vez encontré alguien que no le gustaba el chocolate también. Increíble. Y un suizo al que no le gustaba la nieve. Todas cosas muy raras. En mis sueños vuelo a no mucha altura; sobre patios de casas vacías, a veces a riesgo de darmela contra un muro o que me muerda un perro. Apareció el pueblo allá abajo. Como un espejismo. Bajaba y bajaba y el pueblo parecía estar cada vez más lejos en lugar de acercarse. Como Tokyo. En ese sueño descubría también una aplicación en el teléfono que era como un juego de la vida personalizado. La aplicación tomaba frases escritas o recibidas por whatsapp y te hace preguntas para seguir avanzando en los casilleros estilo: ¿La vas a llamar? Contra todo pronóstico finalmente llegué al pueblo con la última luz. Busqué directamente el mejor hotel. El único. Se veía muy bien. Estaba hecho a todo trapo. Me atendió una chica que dormitaba en un sillón. Me abrió con cara de qué quería. ¨Papaaa¨ grito, ¨Habitacióooon¨. A 3000 metros, no a 4400 como ayer, se necesitan solamente 3 frazadas. Entonces pude dormir y flotar. Ver las laderas amarillas aunque estaba la luz apagada y soñar con Tokyo allá abajo.

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