Soñé que la noche estaba poblada de un mundo de roedores. Como cuando trabajaba en la estancia en Iberá y salíamos de noche a avistar fauna. Era un mundo completamente distinto al de la luz lleno de criaturas realizando sus menesteres despreocupadas. Abría los ojos, como si hubiera estado durmiendo, y en la noche, pero iluminados, veía unos marsupiales simpáticos como esos animales nocturnos que vi en el zoológico de Londres hace tantos años ya. También había dos amigos en el sueño. Jugábamos a un juego con bolitas. No es que éramos niños ni que el juego lo fuera. Era algo serio dónde yo ganaba como si en efecto yo fuera un adulto y ellos fueran niños. Esa era la diferencia. Estábamos en una mesa al aire libre y en la oscuridad que nos rodeaba los animales nocturnos pululaban.

Al volver a la casa de Mayra después de algunos meses, como en ese sueño recurrente en que me meto en casas ajenas y deshabitadas, fue como si entrara por primera vez. En verdad la pude ver allí estos meses en que no estuve. Y la vi feliz y me vi (no podría decir que me sentí) un fantasma. La primera noche me comieron los mosquitos y en la madrugada bajé a impregnarme con insecticida. Así estoy, tóxico para que nadie se me acerque.

Concordia. En la madrugada retomo un libro de conversaciones con Sebald que había empezado y dejado momentáneamente en la cordillera. Lo dejé por lo intenso de su escritura (aparte de entrevistas hay ensayos sobre su obra) y al mismo tiempo por lo cercano que siento a Sebald. Podría decir que siento cercano a Sebald como siento cercano a Francescoli porque alguna vez jugué a la pelota. Es verdad como es verdad que no nos sentimos cercanos a otros escritores o no nos sentimos cercanos a todos los escritores que leemos. Escribir es una clase de investigación y ejercicio que puede o no puede dar resultados. Pero nadie quita lo bailado digamos. Entonces, aunque no se llegue a una obra, digamos un cuento logrado o un poema logrado o, la carrera universitaria de todas las obras como es la novela, se puede sin embargo compartir la experiencia de algunos escritores. A fin de cuentas también nos podemos sentir cercanos a un escritor sin siquiera garabatear un diario. A veces leemos cosas y la identificación es tan total que hasta creemos que lo hemos escrito nosotros mismos en nuestra cabeza. Las afinidades electivas. Están. El saber que hay alguien allí afin me hizo dejar el libro en suspenso (su lectura, no así su influencia sobre mi psiquis). Retomo el libro entonces en esta madrugada, un libro hermoso en verdad, en el cual el entrevistador, quién parece ser una persona sumamente sagaz y ante todo, serena y quién escucha, a pesar de ser quién hace las preguntas, el entrevistador digo, le habla del Zoo y el nocturama, es decir, la entrevista, y Sebald mismo ahora retoma mi sueño del otro día para el cual no tenía un nombre. Había dicho que la atmósfera del sueño me recordaba el ala nocturna del Zoo de Londres. Vengo a descubrir ahora en este libro que Nocturama es la palabra, el concepto, la idea y el sueño. Esa época en que yo era un caminante de ciudades en las cuales visitaba los Zoo cuando podía: Berlin, Londres, Hamburgo, Barcelona, Stuttgart. Caminaba hasta que llegaba y me ponía a observar los monos por horas. Como Sebald mismo, en su vida y en sus libros. Como Sebald digo, como si dijera como Messi y reitero como si me comparara con él o al menos lo considerara un igual, porque como la pulga después de todo, todos, hemos pateado una pelota. Le pregunta el entrevistador, hombre sagaz y sereno, sobre esa cualidad distintiva de su prosa, la prosa del caminante, una prosa metonímica, que lleva de un lugar a otro sin que lo sepamos, una prosa que se desliza. Me puedo reconocer en la figura del caminante. Creo que se lo que es caminar. No me puedo identificar con la gravitas del alemán peró. ¿Quién puede vivir en esa pesadumbre? Apenas recreamos la miseria del neurótico los días que nos acordamos y rengueamos como el perro.
Ya no camino, ahora corro. Siempre apurado me dice Nestor. Mañana es la carrera y las horas van a pasar tan rápido. Tengo esos nervios que no me dejan dormir y me hacen despertar en mitad de la noche.

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Sebald ahora habla sobre Thomas Bernhard, habla sobre su prosa hipnótica y dreamlike. A mi lado Mayra lee a un autor del cual fui devoto. La época de ser fan. Me señaló ya en varios libros que le pasé el sadismo y las escenas de abuso que se reiteran. De golpe tengo la idea de que ese autor que alguna vez quise imitar y de quién leí absolutamente todo sin notar esto que Mayra escuchó y leyó apenas comenzó es un perverso de alguna clase y que esa es la razón de su oscuro exilio. Google dice que no es así, que no es una bestia solitaria, que tuvo familia e hijos, pero pienso que si la hipótesis no es cierta al menos es plausible y una buena idea para un cuento. Pienso en cuando era una moda para los escritores franceses el bajar al Magreb a buscar adolescentes. Ford Madox Ford cuenta que Henry James se alteró mucho y no paraba de contar el mal momento que pasó cuando Flaubert le abrió la puerta de su casa en bata. No fue así, no se ofuscó Henry James sin embargo cuando Maupassant le abrió la puerta de su morada junto a una dama desnuda que tapaba su rostro con una máscara veneciana. ¨No se preocupe¨ le dijo a James ¨es una dama de buena familia¨ .

Entonces pensé que lo que nos describe como jóvenes personas que alguna vez fuimos es el desconocimiento. Un desconocimiento que nos abre la puerta a la imaginación. Muchas veces a la maravilla pero debiéramos decir que más bien a los pobres frutos de nuestra fantasía que nos hace ver proezas allí dónde no las hay. Pienso en ese escritor que se exilió en un gran país pero al fin de cuentas lo hizo en una oscura universidad de provincias y quién sabe por qué razones. Como ese otro amigo del escritor que quise ser y que también a su manera fue otra clase de libertino de no gran monta. Ahora están todos muertos. All dead, all dead.

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