Por extrañas simetrías que a veces suceden; luego de decir adiós con tristeza en La Paz, Batichica fue a parar a Copacabana; 3500 metros de altura sobre el nivel del mar y a orillas del Lago Titicaca. Según le hizo saber en un último mensaje; algo débil y un poco desorientada. Malhumor, por su parte; tal vez no queriendo ser menos; también fue a parar a Copacabana, pero junto al océano Atlántico en Río de Janeiro y apenas mirando sobre el nivel de las olas ¿De qué hablará está extraña coincidencia? ¿Será que están hechos el uno para el otro? ¿Volverán a encontrarse en una tercera Copacabana como si fuera una de las ciudades invisibles de Italo Calvino? Nadie puede saberlo y nada es permanente en la vida de nuestro héroe. En todo caso Malhumor, pensativo, sentado en un kiosco en la avenida atlántica, reflexiona y bebe lentamente y en pajita su caipirinha. Mulatas pulposas se le ofrecen a precios módicos pero él desiste y en un gesto romántico (está frente al mar después de todo) le compra a Batichica un regalo en un acto que es como un talismán. La vendedora callejera es una mujer de pelo corto y teñido que lo mira a los ojos y le dice que hizo todo el camino desde Santa Lucía (debe ser lejos) porque sabía que él le iba a comprar. En efecto cuando la mujer apareció Malhumor pensaba, quisiera comprarle algo a la rubia. La mujer lo saludó y se alejó lentamente para perderse en la oscuridad no sin antes mirarlo una última vez con ojos penetrantes. Malhumor podría contar lo que hizo esta tarde o contar a su vez de Lucía, una chica eslovaca que conoció en Mallorca y con quien alguna vez planeó escapar en busca de una mejor vida. Pelirroja y de pelo muy corto, con dos ojos como almendras. Un poco loca claro; también. Por supuesto. Linda y loca. Así le gustan y todavía no aprendió cual de las dos características es su condición erótica. En ese tiempo Malhumor por las noches desarrollaba una labor filosófica parecida a la de Desmond en Lost y durante el día era camarero. Cuando terminaba su turno de trabajo, ya de noche, se iban con la cabrona a mirar los veleros y soñar con África. O podría contar de una película que está viendo en este preciso momento; tirado en su cama del piso 13 de un hotel que jamás podría pagar si debiera hacerlo. Sean Penn como una vieja y millonaria ex estrella pop gótica. Recorre América y busca un nazi que atormentó a su padre. Referencias pop eruditas como alguna vez se aludía a la mitología romana y griega; los ochenta, nuestros clásicos. Música de David Byrne en tándem con Bonnie Prince Billy; ícono tras ícono tras ícono. Paisajes solitarios y música incidental de Arvo Part; la clase de películas que nos gustan. Malhumor recuerda esta mañana cuando subió al Corcovado y se sorprendió con la noticia de que es muy hermoso. Sí, el Cristo Redentor es bello. Como sí a alguien le importara la opinión de Malhumor al respecto; como si alguien quisiera escribir una review acerca de la Torre Eiffel por ejemplo. Pero el caso es que tan acostumbrado como estaba al Cristo cordobés de La Cumbre o el multicolor y mucho más moderno del acceso Oeste, Malhumor jamás imaginó esta sorpresa. El icono alguna vez fue otra cosa. Fue la más grande escultura Art Deco del mundo. Observando esa geografía increíble de piedras y paredes de roca que emergen del mar. Y el color de ese mar y los turistas japoneses y la hermosa americana y la otra chica con una camiseta de una maratón en Villa Gesell; todos reunidos en el punto más fotografiado del planeta. This must be the place se llama la película. Y la canción que seguramente más le gusta de Talking Heads a los que nunca comprendió del todo. A Lucía nunca la volvió a ver aunque una vez recibió un mensaje. Estaba de vuelta en Bratislava y tenía un hijo. Lo más cerca que Malhumor estuvo de tener un hijo fue así; estando con chicas que deseaban tener uno mientras él pensaba quién sabe en qué. El soñaba con paisajes exóticos seguramente. Durante la tarde un americano simpático y solitario le contó cómo conoció a su segunda esposa; su verdadero amor. Fue en un partido de los Dodgers. La vio de lejos y caminó todo lo necesario para llegar junto a ella y a ese asiento vacío que era la chance a la que aferró su vida. En un momento de la conversación el americano impasible sacó la billetera para mostrarle el papel donde ella le escribió su teléfono hace cincuenta años. Era un trocito, amarillento por el tiempo del programa del día; se alcanzaba a leer Dodgers vs…Un pedazo de historia americana; un número; un nombre, Lucy, y un destino. Home/ is where I want to be. Ella abrió sus alas y supe que había llegado a casa. La versión de la canción y la película. Malhumor no entiende bien inglés y le da pensar e inventar lo que quiera. Dj malhumor.

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