Van llegando los mensajes, el año que se despliega. William que nos hace meditar en la montaña cinco minutos y alejarnos del mundo. Lo que Nestor siempre me pedía y yo le decía, terco, que no se podía hacer. Entonces William va y lo hace. Como esa vez en Wembley cuando David Bowie en el homenaje a Freddie Mercury se arrodilló y rezó. Me acuerdo de Ivana que me decía, ¨no, no lo va hacer´. Pero sí, el hombre que cayó a la tierra se arrodilló y rezó y con él un estadio lleno de no creyentes. William nos hizo tirarnos en el pasto y quedarnos en silencio en medio de la ruinas para sentir el pasado. Justo el día de la partida de Nestor ya hace un año. Después, o antes, el flaco. Cesar me envía un video del flaco hablando. Eso. Hay buenos y malos músicos, los hay geniales y talentosos, los hay con el narcisismo necesario para soportar las miradas y alimentarse de ellas, los hay caídos de otro mundo. El flaco Spinetta. No está el flaco y entiendo la idea de un mundo menos hermoso que espera el regreso de un iluminado. Lo saben porque alguna vez escucharon a uno.

Son días intensos. Cada cosa brilla. Un café, una copa de vino, una comida, la lámpara en el piso en la habitación sin muebles. Música distante. Lavar mi ropa con las manos, la cama desecha en el otro cuarto. Otro café. Tony y sus mensajes de nueve minutos. Canciones que resuenan en la habitación vacía como si fueran recuerdos de épocas lejanas. Entre esas canciones me llega una que me hipnotiza: Fionn Regan, The Meeting of the Waters. El encuentro de las aguas. Algo resuena en el interior, es hermoso y casi duele. Cierro los ojos. Estoy en el Amazonas que se encuentra con El Madre de Dios. Aparecen los delfines rosados. Hay canciones que no son canciones. Hay canciones que nos vuelven creyentes. Más mensajes después de semanas en que el correo parecía estar de huelga. Después de tres días en el valle regreso a la casa vacía y busco otra vez la canción y aparece el video. El pibe de Peaky Blinders manejando por una ruta nocturna. Eso. Su rostro, plus pensamientos escondidos, sus dudas. Eso. Una ruta que son todas las rutas. El paisaje final, ya con alguna luz, es el desierto que recorrí hace unos meses. Cillian deja el auto y se pone a caminar. Quisiera llegar a viejo para ver a Cillian Murphy adulto, ver ese rostro de ángel en otra dimensión. En otra visión, ya la mía si es que las visiones tienen dueño, Cillian es David Sylvian, la estrella pop que se convirtió en Buda. Ustedes son jóvenes pero Sylvian alguna vez fue el hombre más hermoso del mundo. Ahora ya pertenece a otro.

Si cierro los ojos estoy navegando, siento el frío, veo las montañas de la costa. Los vuelvo a abrir y estoy en una casa en Cusco rodeado de montañas a 3400 metros de altura. El año que pasó fue el año del mar. Este es el año de la tierra media.

6 de mayo y llego a Cuzco. Lima Lima Lima. Arequipa Arequipa Arequipa. Los gritos de los vendedores en la terminal. Dormí todo el viaje desde Puno. Escuchaba a las cholas pelearse por hacer una mudanza sin pagar extra. Saben moverse, son muy insistentes también. Tienen algo de gitanas. Anduve como gringo paseando por el lago y las islas. Tan turísticas como lo esperaba, hermosas y notables también. Soy el viajero incidental, un turista cualquiera pagando de más y dejándome llevar. El regreso al atardecer fastuoso. En algún momento tuve una charla con una chica linda y formal, austríaca nacida en Hong Kong. Parecida a Silvina que me escribió hace poco para nunca contestar. Me contó, la chica, cosas del mundo exterior. Hong Kong está cerrado hace dos años. Aún hoy. Por eso volverá a Austria. Y China es China me dijo. Algo está pasando y mientras tanto en Europa hay una guerra y aquí seguimos con nuestras revoluciones escolares. En la charla hay un hindú también. Somos los tres que resistimos la insistencia de los vendedores. Cuando volvimos de las islas me sumé a los cinco pibes brasileños. Fue una tarde perfecta. Después vi los últimos 5 minutos de River. Los pibes me invitaron a cenar con ellos y rápido me estaban llamando Santiago. Santiago aquí, Santiago allá. Hay muchos brasileños que pueden ser las personas más amables y dulces del mundo. Unos días después en un bar de otro pueblo encontré a otros gritando los goles de River contra Colo Colo como yo no podía hacerlo. Eran hinchas de Fortaleza y les dio algo de pudor cuando me identifiqué. Después los dejé ir, a los paulistas dulces. Al llegar a la terminal otro chico joven vestido algo formal dijo las palabras que necesitaba: tengo un café con wifi. Y allí pasé el rato. Ya es de día afuera. Llegué a ver la primera luz, siempre impresionante, uno debería estar allí cada mañana. El pibe se maneja muy sereno, tranquilo maneja su pequeño local siendo servicial y amable. Después, como la mayoría trata de cobrarme de más. No es maldad, es un tic. En el local hay principalmente gringos como yo pero hay locales también y todo un grupo de africanos. La música es Sam Amidon y Mz Wofl y otros songwriters folks y melancólicos.
La casa vacía. Los pisos de parqué como de antes, la bolsa de dormir tirada en un rincón, las zapatillas y el bolso. ¿Qué más? Paso del shock a la sorpresa de cómo las cosas se van acomodando. La altura me atonta. Salí a caminar después de una siesta con sueños complejos. Comí muy bien, una trucha con verduras, gracias a que confundí los precios del pizarrón. Es un barrio muy tranquilo. Un triángulo al que unas calles principales que pasan en altura rodean. Una ciudad hecha de desniveles, una canción hipnótica, el encuentro de las aguas y una casa vacía que será la mía por unos meses.

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