En busca de la canción perfecta
Una mañana de finales del 2008 Sebastián Rubín nos chateó vía Facebook* para contarnos que había usado la frase «encerrados afuera» en una canción que había hecho junto al dibujante Liniers y que iba a aparecer en el disco que había terminado de grabar. Nos pusimos muy contentos, se lo agradecimos y quedamos en contacto para hacer una nota cuando ese disco estuviera en la calle. Eso sucedió en febrero de este año y después de varias idas y vueltas, nos pusimos de acuerdo y una tarde caímos por Rubinlandia. Comimos una picadita y hablamos de música. Cuando se encendió el grabador Rubín nos estaba contando la historia de ese tema que dice “encerrados afuera” en su primera línea…
Entrevistó: J. Pérez – Ilustró: Beto. Publicada originalmente en marzo 2009
* (si, estamos ahí, ¿y qué?, nuestro gerente de marketing dice que tenemos que estar porque es la posta)
R: — A Liniers le gusta mucho la música, somos amigos desde hace mucho tiempo, siempre participamos mutuamente en cosas que nos involucraban, yo tocaba en la presentación de sus libros, etc. etc. El dibujó tiras con nombres de mis canciones, tenemos una admiración mutua y también placer por hacer cosas juntos. El siempre participó de la música desde el lado del diseño. Yo tenía una canción que tenía música nada más. Y él me dijo que tenía una idea para una canción que se llamaba Los encerraditos que hablaba sobre la gente que se va a vivir a los countries. Le dije que tenía una canción para esa letra, una canción que me sonaba medio Kinks, entre comillas, unas comillas muy grandes; tiraba una onda a ese folkie kinkoso, del 67/68. Le mandé la música y Liniers me mandó la primera versión de la letra. Yo ya sabía que tenía que empezar con la frase “encerrados afuera”. La conocía en castellano por ustedes pero también hay una canción de Crowded House que es Locked Out, que es exactamente eso, quedarse encerrado afuera. Me parecía que cerraba mucho, que era una buena manera de empezar la canción, porque estaba tratando la idea de irte afuera, pero a la vez de estar encerrado. Te estás encerrando aunque te vayas afuera. En realidad ¿quién está libre? ¿el que está adentro o el que está afuera? Y esa contradicción que incluye la frase estar “encerrado afuera”, quedarte afuera de algo o adentro de no se sabe muy bien qué, fue una frase que yo impuse a la letra desde el principio y no estaba en la versión original que mandó Liniers.
Nosotros estábamos hablando el otro día, mejor que la uses vos y no … y teníamos una lista larga de gente…
R: — Es muy raro, porque una vez, en la encuesta de ustedes de fin de año, había uno que me eligió como peor disco del año, yo nunca entendía, ¿por qué genero odio en alguien?, porque era algo mala onda. Es raro, porque yo siento que puedo pasar indiferente, pero generar odio… me pareció una novedad, no está mal…
¿En qué se diferencia Desayuno de campeones de los discos anteriores?
R: — Hay varias diferencias, algunas más sutiles que otras. Cada disco tiene como una temática distinta, no es algo que esté meditado: “voy a hacer un disco conceptual sobre tal cuestión”, pero sí es cierto que yo abro los álbumes y por ejemplo, el primer disco de Grand Prix, es un disco que compila un montón de años de trabajo y de canciones que fueron quedando. Había una idea general, pero no estaba tan clara. Como todo primer disco abarca un montón de cosas. Lejos, el segundo disco, es un disco de ruptura y de distancia, por el momento en el que se grabó, 2001/2002. Había una distancia física, una distancia geográfica, había una distancia de deseo entre lo que uno quería y lo que uno tenía, entre lo que uno soñaba y lo que era la realidad. El disco está acomodado de esa manera, tiene un primer tema que expresa un deseo con respecto a una persona y el último tema habla de cómo lo ve la realidad a esa persona, como un viajecito a través de una ruptura.
Esperando el fin del mundo es un disco que yo descubrí con el tiempo, que habla del amor pero no con canciones de amor clásicas. Si el amor es un árbol, en vez de hablar del tronco, estoy hablando de las ramas. Cositas anexas al amor. Y Desayuno de campeones no es un disco que habla de amor en ese sentido, hay un par de canciones que por ahí sí lo hacen, pero es un disco que creo que recorre otras sensaciones: la ansiedad, el insomnio, el dormir y el no dormir. No es exclusiva esa temática, pero está muy presente. Me sirvió mucho trabajar con Federico Novick, con quién ya había escrito varias canciones en el disco anterior, pero trabajamos mucho más en este disco. Fue meditada esa incorporación, no seguir hablando de lo mismo y buscarle otra perspectiva a las cosas. Creo que desde el punto de vista de las letras hay un cambio bastante marcado, pero no en la calidad sino en la temática. De calidad son igual de buenas o malas, no voy a poner un calificativo. Es un disco que habla de otras cosas, tiene un humor distinto.
Musicalmente sigue siendo la búsqueda hacia el interior de la canción. Es un disco más de banda, está preproducido en banda, hay muchas cosas que no hubieran partido de mí, y que son mejoras notables a mi propia idea. Lo cual es fruto de la interacción con Los Subtitulados, que es una banda que ya está consolidada después de tantos años. Hay una búsqueda estilística en algunas cosas, que es como probar cosas que no había probado antes. Y seguir buscando esa canción perfecta, yo creo que es un modelo que no se agotó todavía, la canción de tres minutos todavía nos puede dar mucho, yo estoy buscando cada vez que me den más en menos tiempo, trato de buscar la síntesis. Estoy investigando por ese lado, jugar con la forma de la canción, destrozándola o reconstruyéndola, buscando distintas maneras de armar canciones dentro de ese formato que, en vez de limitarme, yo siento muy enriquecedor. A mí me libera mucho, parece una contradicción, pero me pasa eso.
Hay una energía bien matinal también, es un disco muy enérgico y creo que la gente que lo escucha, cuando termina de escucharlo se siente mejor que cuando empezó, lo cual para mí es mucho para pedirle a un disco y que lo logre es un éxito total. Ese es mi éxito.
A mí el anterior me parecía muy matinal, sobre todo para mañana de sábado, que después de levantarte temprano toda la semana, el sábado que te podés levantar a la hora que vos querés, por ahí querés levantarte temprano para aprovechar la mañana, para disfrutarla…
R: — Sí, tiene una energía matinal, yo no soy una persona muy noctámbula, rindo muy bien a la mañana, por ahí esa energía la saco porque me acompaño con música. Me gustan que los discos te ayuden a enfrentar el día de una manera mejor; son esos discos que decís: “me voy a trabajar”, o “me voy a hacer gimnasia” y lo ponés en los auriculares. Me parece que es una buena situación para escuchar un disco, uno está descansado y necesita energía, cargar pilas, y es verdad, el disco anterior tenía eso y tiene más canciones melancólicas. Desayuno de campeones no apeló tanto a la melancolía, en ese sentido es más up que el otro.
Ya que estamos, ¿podés hacer un top 5 de discos para escuchar a la mañana?
R: — De los últimos años, el que es muy matinal es el disco de Ben Kweler, te despertás con alegría. De los 80, el primero de Housemartins. Tendría que elegir alguno de los Beatles, por ahí For Sale, y tal vez A Hard Day’s Night, que a pesar del nombre tal vez sea un disco más para la mañana todavía; pondría uno de esos dos. Y por ahí Get Happy de Elvis Costello, que es muuy matinal, muchos temas cortitos y muy para arriba. De los 90, podría ser uno de Teenage Fanclub o de Supergrass, de TF podría ser Bandwagonesque, pero I Should Coco, el primero de Supergrass es un buen disco para salir a la mañana.
Recién hablabas de la búsqueda de la canción perfecta, ¿cuáles serían para vos las canciones perfectas?
R: — Es raro, para mí hay un punto de perfección absoluta que encuentro en Everytime We Say Goodbye, una canción de Cole Porter. En esa canción la letra y la música van juntas como en ninguna otra que yo haya escuchado. El tipo juega con eso, hay una frase que dice: There’s no love song finer/ But how strange the change / From major to minor/ Everytime we say goodbye (No hay mejor canción/ pero que extraño ese cambio/ de mayor a menor/ cada vez que nos despedimos), y en el momento que dice que extraño ese cambio entre el acorde mayor y el menor, la música cambia de mayor a menor, el acorde está en sol mayor y baja a sol menor, generando una situación “qué triste me pongo cuando nos despedimos”. Ese es un ejemplo que siempre me quedó marcado, desde la primera vez que lo escuché, tenía 18 años. Ahí la música, la letra y la melodía van de la mano, casi son inseparables, si uno leyera la letra imaginaría esa música, y si escucharas esa música te imaginarias esa letra, para mí es una canción perfecta.
Siempre se dice que There She Goes de The La’s es una canción pop perfecta, es raro porque no tiene la forma de canción tradicional, lo mismo pasa con Nowhere Man de los Beatles, que es una de mis canciones favoritas, y sin embargo no tiene esa forma de canción tradicional, en cuanto a A-B-A-B-C-estribillo y final.
¿Y las canciones perfectas en español?
R:— Mirá, el otro día estaba escuchando por motivos casi diría laborales, Asesíname de Charly García, y no sé si es perfecta o no, pero lo que me gustó de esa canción (que no es mi canción favorita de Charly García, ni es mi canción favorita en castellano), es que hay un momento en el que habla del mellotron y hace algo que decís eso no lo podría haber hecho nadie más que él, y cuando lográs eso en una canción creo que también linda con la perfección, cuando lo escuchás y decís esto es él y no es otro y eso en una canción a mí me gusta mucho.
De chiquito me gustaba mucho Viento dile a la lluvia, de Los Gatos, es una de mis canciones favoritas. Naranjo en flor es un tango pero me atrevería a decir que es una canción perfecta. La canción del jardinero de María Elena Walsh también, todo fuera del rock…
En realidad, yo no te diría que son canciones perfectas, son las canciones que más me gustan, si vos me preguntás cuáles son mis canciones favoritas en castellano, seguramente te voy a decir esas. Perfectas para mí.
¿Cuándo empezaste a hacer música?
R: — Era muy chiquito. Empecé a estudiar órgano, como todos los niños, y a la semana ya tenía una banda con mis compañeros de colegio, tenía 9 años. Pero empecé a hacer música de verdad cuando le pedí a mi padre estudiar guitarra. Tenía 14 años. Y componía canciones horripilantes, cosas horribles. Lamentablemente, todavía me acuerdo de algunas. Ahí me di cuenta de que prefería tocar la guitarra antes que hacer un montón de cosas que mis amigos hacían.
¿Cuál fue el primer disco del que te hiciste fan? El primero que no podías parar de escuchar…
R: — Yo era bastante así. Cuando éramos chicos había menos discos. Había menos posibilidades de escuchar música, menos radios, no había Internet. Entonces cuando uno compraba un disco no paraba de escucharlo porque era lo único nuevo que tenía, por ahí pasaban meses hasta tener una cosa nueva. Una de las cosas que más habré escuchado en mi vida fue un show de Elvis Presley que compró mi papá cuando yo tenía unos 7/8 años, que fue cuando Elvis murió. Era el concierto que dio en el Madison Square Garden, 10 de junio del 72. Ese disco no paraba de escucharlo, todavía lo tengo. Es el concierto de la noche, el dio dos conciertos en el MSG, el de la noche fue impresionante, fue la única vez en la vida que tocó en Nueva York. Me acuerdo que estaba absolutamente fanatizado con él, y ese disco lo gasté… Suspicious Mind… no podía parar de escuchar esa canción, tenía 8 años…
¿Y qué disco gastaste en los últimos años?
R: — El de Ben Kweler lo gasté… Te cambio la pregunta, te diría qué discos no saqué del Ipod, cuando tenía un Ipod chiquito. Te diría que el de Ben Kweler es un disco que yo escuché mucho mucho y nunca saqué del Ipod, de hecho todavía lo tengo. I de Magnetic Fields es un disco que escuché a nivel adictivo, de no parar. De esos dos me sé todas las canciones, los pongo y los escucho enteros.
¿Cómo ves el panorama musical argentino?
R: — Es una de las escenas más inquietas que yo conozco. Hay cosas muy buenas, hay mucha gente haciendo cosas muy interesantes y hay mucha gente que no, como en todos lados. Lo que no me gusta es que no se está cantando muy bien, desde hace muchos años. Hay bandas que cantan, hay gente incluso que sabe armonía vocal. Pero es una escena en la cual me sorprende que no hay mucho respeto por el canto y el cantar por el disfrute del cantar. Está bien tener actitud, la actitud es una parte fundamental del rock, pero no es todo. Si tenés solo actitud y no sabés tocar o cantar medianamente bien, eso no lo vas a suplir. La actitud es un condimento muy importante, pero me parece que se está perdiendo el placer de cantar.
Lo que si me parece que está bueno es que hay un montón de cosas distintas y están buenas todas. Hay bandas que hacen cosas muy lindas, hay discos lindos, hay muchas ganas de tocar, hay como bastante comunión, veo que hay mucha colaboración. No sé que va a pasar, yo creo que hay un tema, que tiene que ver con lo económico, que tiene que tener un impacto positivo sobre la calidad de las bandas, el hecho de que los estudios de grabación estén tan caros va a obligar a las bandas a grabar de una manera, como se grababa antes, tocando más en vivo. Para grabar en vivo hay que tocar mejor, si no, no suena. Cualquiera puede tener una computadora para grabar y esto está perjudicando bastante la calidad del audio. Bajó bastante la calidad del sonido en los discos porque está caro grabar bien y está muy al alcance de la mano tener una computadora y grabar en la sala de ensayo y estar 10 meses grabando. Me gustaría que el recorrido vaya para ese lado, al hecho de tocar más, juntarse más, de aprender a tocar mejor y meterte en un estudio y que haya una magia especial ahí, le haría muy bien a la escena eso.
¿Qué bandas vas a ver habitualmente?
R: — Hace poquito fui a ver a La Quimera del Tango, que me gustó mucho. Me gusta ver a Satélite Kingston, cuando tocan, no solo cuando me invitan a cantar con ellos. Me gusta Les Mentettes, también Valle de Muñecas, que tenemos una relación casi estilística, somos los pocos que quedamos de esa generación de finales de los 90, principios del 2000. Lamentablemente no quedaron muchos grupos dando vueltas de esa época. Me gusta Mataplantas. También El mató, no los veo muy seguido, pero he disfrutado de sus shows, siempre pasa algo interesante.
Hablando de los noventas ¿qué extrañás de esa época?
R: — Hay dos elementos que se pusieron en conjunto en los noventas que eran my buenos para la música. El dólar 1 a 1, que económicamente al país lo perjudicó muchísimo, pero por otro lado nos permitía comprar discos. Yo tenía mi disquería en la cual, cuando llegaban los discos, eramos unos ocho tipos esperando que llegue el disquero con la caja para abalanzarnos y agarrar los simples de Teenage Fanclub, Super Furry Animals, Blur, Supergrass, Boo Radleys. Era como una desesperación. Hoy está bastante perdido el tema del disco, por un lado está todo a disposición, pero el todo y la nada son iguales en un punto. Se aceleraron los tiempos de todo, de escucha, de caducidad, todo es muy efímero. Extraño poder ir a la disquería, y que tengan discos ahí y que los veas, que lo importante sea que cuando sale el disco ir a ver la tapa a la disquería. Hoy gracias a Internet tenemos acceso a todo antes de que salga, que está buenísimo, pero le quitó un poco de misterio a la cosa. Le quitó un poco de mística a la situación del disco, al objeto, a la espera, a la ansiedad de escuchar, a la ansiedad de leer lo que pasaba en el disquito, ver la tapa, olerlo, una relación más física. La relación con la música es lo que más se extraña.
Estilísticamente se había recuperado, así como ahora están recuperados los ochentas, algunas cosas de los sesentas, el tema de las canciones. Yo creo que el pop más tradicional, el de los cincuentas y sesentas nunca se pasa de moda, siempre se va a seguir haciendo. Pero en ese momento fue la moda, no solamente estaba como siempre está. Después volvió a estar en memoria RAM digamos, por atrás. Sigue existiendo y la gente sigue escuchando canciones, pero yo me siento muy cercano a ese estilo que se había recuperado, más de guitarras y de armonías vocales… esa es la música que más me moviliza; entonces estaba bueno porque era la música que más se escuchaba, era más disfrutable prender la tele o la radio porque seguro escuchabas algo que te gustaba. Hoy me cuesta más, no porque no me gusten las cosas actuales, pero hay muchas cosas nuevas y estilos que en su momento tampoco me gustaban, cosas de los 80 que no me gustaban en los 80 y ahora tampoco.
¿Hablamos un poquito de España? ¿Cuántas veces fuiste a tocar allá?
R: — Hice dos giras grandes y dos pequeñitas, de tres o cuatro shows. Las giras largas fueron con Grand Prix en el 2002, ahí fueron 25 shows en 35 días, y cuando fui a presentar Esperando el fin del mundo en el 2006, que toqué 16 conciertos. El año pasado hice una gira de 4 recitales. Y había tocado también unos 4 conciertos en la minigira del 2005.
¿Tenés un público español?
R: — Hay un público que existe, digamos. De hecho, ahora me pidieron discos de una disquería de Madrid. Es un público que hay que nutrirlo, no es que se acuerdan de vos gratuitamente. Con Grand Prix hicimos una epopeya. Cinco pibes de una banda indie absoluta, recorriendo todo el país en una furgoneta durante cinco semanas, tocando 4 ó 5 veces por semana; eso dejó una marca, me facilitó mucho las cosas cuando volví a ir. El público tenés que regenerarlo cada vez que vas, porque del 2002 al 2009, hay gente que ya no va a ver conciertos. Está bueno porque hay gente que va y me pide canciones, eso es muy raro. Es fuerte estar en Albacete, un pueblito de La Mancha y que te pidan canciones. Y esto es en parte gracias a la comunicación que antes no existía, eso es un plus que trae la tecnología.
Me pasó algo gracioso en Madrid, encontré mi disco en la parte de música latina, estaba entre el Puma Rodriguez y Shakira, dije ahí no voy a vender nada. Cuando fui de vuelta estaba entre los de rock español, mejoró un poco.
España es un buen lugar para tocar, la paso muy bien tocando allá. Hay una cultura de giras, algo que acá es más difícil de encontrar para una banda indie, acá no dan mucho los costos, no hay infraestructura…
¿Cómo fué esa gira con Grand Prix?
R: — Fue una locura. En el 2002 se caía todo a pedazos, se habían ido el baterista y el bajista de la banda y grabábamos una vez por mes con invitados, en vez de ensayar gastábamos la plata en el estudio. Así teníamos medio disco grabado y viajamos a ver que pasaba. Mochila, guitarra, y el disco cargado en el bolsillo. Y tuvimos suerte, contactamos con una gente que les encantó lo que hacíamos, nos dijeron que volvamos a Buenos Aires y terminemos el disco. No querían editar el primero, querían editar el que no habíamos terminado de grabar. Y fue una locura, porque fue una apuesta para todos, todos invertimos mucho en esa gira. Nos cubrían parte de los gastos y era una inversión, pero era también una necesidad de hacer algo, cambiar la polaridad. Acá estábamos viviendo una situación absolutamente triste, si querías hacer música la realidad era muy triste: no había forma de tocar, no había incentivos para ir para adelante, para sacar discos, y fuímos a cambiar la polaridad y pusimos mucha pila.
Siempre digo que ese disco (Lejos) tiene una magia atrás. No se puede entender que pasó con él. Nuestro grupo de músicos amigos nos estaba empujando porque veían que estábamos llevando adelante una cosa que nadie se animaba a hacer y esa energía se sintió en el disco. Fuímos y tuvimos una recepción increíble. Tocamos en la tele, hicimos un montón de conciertos, pero si no volvés a ir, si no te quedás un tiempo más es muy dificil. Es un país como cualquier otro, hay que trabajar, y no pudimos quedarnos más de lo que nos quedamos. Hoy mantengo una relación artística super linda con España, puedo ir a tocar pero todavía sigue siendo dificil, si yo quisiera ir con la banda completa los costos son difíciles de cubrir, es mucha plata.
¿Qué sensación te causa saber que tus discos están disponibles para bajar de Internet?
R: — Yo bajo discos de Internet. Bajo los discos que no consigo. Para comprar el disco de Magnetic Fields tengo que ir a una disquería, encargarlo y pagar entre $70 y $120, depende donde lo consigan. Eventualmente lo puedo hacer con un disco, si soy muy fanático. No puedo gastar $80 con cada disco que quiero escuchar. Entonces Internet me facilita la vida en el sentido que puedo escuchar un montón de cosas. Yo sigo comprando discos, en la medida que pueda comprarlos; los que se editan acá los compro, si viajo compro los discos que me gustan mucho.
Ahora, mi disco acá no está caro. Si alguien viene a un concierto mío va a comprar el disco nuevo a $22, el anterior por ahí a $15 porque es de otra época. El cine está a $18, un menú de comida rápida está $17, entonces no es una barbaridad el precio. En un punto, si se bajan los discos de U2, a ellos no les va a afectar demasiado, pero a los artistas independientes si nos afecta un poco, por lo menos al principio. Después, está buenísimo que esté, de hecho en un momento dije que bueno, ya lo colgaron. Pasa un tiempo y es como que tiene otra vida.
Es muy costoso hacer un disco, es mucho trabajo, dinero y esfuerzo, y a veces decís: denle un poquito de vida, dejen que la gente lo compre un poco para que yo pueda hacer otro disco, porque yo sí necesito vender este para sacar otro.
Tengo una sensación ambigua con respecto a esto, me gusta porque por ahí hay gente que no lo va a comprar nunca, porque no vive acá, y yo por ahí no lo puedo editar en Brasil, en España o en Escandinavia, y está buenísimo que un escandinavo se lo pueda bajar. Desde ese punto de vista me encanta. Desde otro punto, si lo podés comprar barato y apoyar a los artistas de acá, está bueno, por el esfuerzo que lleva hacerlos y en mi caso trato de hacer discos que cada vez están mejores. Mejor grabados, con mejores canciones, un arte de tapa más lindo, trato que no sea trivial comprar un disco, que sea un objeto que valga la pena tener. Me parece que muchos grupos están haciendo eso. Editar un disco es un esfuerzo que merece ser premiado, si te gusta un artista, la mejor manera de que llegue a sacar otro disco, es comprarle el disco que edita.
Mirá, yo me acuerdo de un sitio que colgó Esperando el fin del mundo al toque que lo había editado. Hablé con el pibe, que lo había comprado en un show y después lo subió. El pensaba que me estaba haciendo un favor, me aceptó cuando le dije mirá, dejame un par de meses que la gente no lo baje, y me dice: pensá, te estoy haciendo un favor, estoy difundiendo tu música; yo le dije mas o menos, ¿querés difundir mi música? poné el link a MySpace, y que la gente lo compre si quiere. Al regalar estás difundiendo por un lado, pero también estás fundiendo.
Hoy, entre MySpace y Fakebook podés escuchar la mitad de Desayuno de campeones, si la gente lo va a bajar para escuchar en la computadora mejor que lo escuche en los sitios, que lo subimos con super buena calidad y no hace falta una gran banda ancha para escucharlo bien. Hay posibilidades de escuchar el disco en la computadora sin necesidad de bajarlo, y en el fondo es mejor comprar el disco porque vas a escucharlo mejor. Nunca un archivo mp3 va a sonar igual que un disco. Por mas que la gente diga que si, no va a pasar.