En vez de hacerle caso a mi sobrino que me dijo que estaba buenísima le hice caso a mis prejuicios y no lo acompañé a ver Sherlock Holmes al cine. La ví ahora solito en una pequeña pantalla que alcanzó para mostrarme que estaba equivocado. Tantas cosas buenas juntas: un Londres fantasmal y de ensueño, ese acento, mucha pero mucha inteligencia; ese humor; la puesta en valor de una existencia desperdiciada; la vuelta a los origenes de las películas de cumpas; las ciencias ocultas; las ciencias a secas; una femme fatale y un villano de excepción, el juego distópico; la inmensa cantidad de detalles para disfrutar; en fin, mucha diversión y el establecimiento de un antecente para las adaptaciones por venir.
Además de las aventuras de Holmes ví: marmotas; conejos; ardillas; dos zorros; una cría de jabalí (y por suerte no a la madre); unos cuantos bambis; un milano, un águila. No ví (pero había): lobos; osos y los ciervos voladores de los Alpes Marítimos.

Dj malhumor.

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