Río abajo río arriba

La tarde del domingo me agarró escuchando el último disco de The Dears tirado en una habitación gigante y vacía bajo los ventiladores de techo que por estos lados tienen una lejana reminiscencia de película en los trópicos. En efecto estoy en el trópico. En Perú, cerca del nacimiento del río Amazonas en un punto equidistante a las fronteras de Ecuador, Colombia y Brasil. De aquí pienso ir río arriba hacia Ecuador que en este viaje estuvo acercándose y alejándose desde que salí. Que sí, que no. En Yurumaguas se acabaron las rutas y subí a un barco de carga que me trajo hasta aquí. Los atardeceres más hermosos de la tierra, los delfines y el calor que aplasta cada vez que el barco se detiene. El río está muy bajo. Hay poca vida salvaje, apenas tres rayadores que pasan volando rasante sobre la superficie del río como aviones de combate, algunas garzas, un Martín Pescador y un gavilán de cola de tijera (nunca había visto uno). Así y todo se siente que la vida empuja. La selva es baja en la orilla, ha sido cortada y vuelto a nacer. Las nubes al atardecer parecen explosiones nucleares, el cielo se pone en llamas y el color del río cambia. Estoy llegando a un confín de la tierra. Al llegar a Iquitos en dos minutos ya nos habían ofrecido marihuana, coca y ayahuasca; mujeres, niños, experiencias en la selva, proteger la fauna o cazarla, lo que sea da igual. No se cómo terminamos escuchando a un indio puesto que nos quería explicar que nos llevaría a tener la verdadera experiencia y que no nos iba a estafar. Tantas dudas como cuando se te acerca en la oscuridad alguien en la calle y te dice que no tengas miedo. Es un hermoso kilombo. Cuando por la mañana regresé al puerto saqué una foto y un pibe me dice: ¨Mister guarde la cámara que en esta cuadra roban´. Me la crucé por encima del hombro y en el momento que me descuidé había dos pibes tirando para llevársela. Como no estaban armados no pasó nada. En la calle los peluqueros seguirán cortando el pelo en la vereda y un travestido bailaba cumbia. A la noche nos cruzamos a la uruguaya del barco otra vez. Una Hippie Sexy de piernas larguísimas, sonrisa cautivadora y una cicatriz camuflada en su cabellera que parecía hecha en una batalla de Games of Thrones. Flotaba unos centímetros sobre el suelo, con esa sonrisa parecía etérea. En el puerto un barco anunciaba su salida hacia Islandia (hay también río abajo un Berlín y una Gran Bretaña). Benedicto dijo que podía ser un buen signo. Planea hacer una travesía en Trimarán desde Quebec hacía Groenlandia pasando por Islandia y llegando a las islas Shetland y de allí a Escocia. Mientras navegábamos el Marañón con casi 40 grados Benedicto leía un libro sobre el comportamiento del hielo en el polo norte y las corrientes en Baffin Bay. Otra vez voy a tener que abandonar todo para estar allí el día de la partida y dejar un montón de cosas a medio hacer. Las decisiones se toman muy lejos de uno en una especie de cabina al estilo proyecto Dharma de Lost. El baterista de Craft Spell sacó un disco bajo el nombre de Hibou que es muy lindo y descubrí que aparte del Robert Foster de Go Betweens hay otro Robert Foster que hace ambient. Para darnos sensación de inmovilidad del tiempo hay discos nuevos de Prince, Stereophonics, Iron Maiden y New Order pero no se dejen engañar, es imposible meterse dos veces al mismo río.

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