Paré la película primero para comentar o mejor dicho exponer como un profesor, que la así conocida «electrificación de Bob Dylan» como «la electrificación del folk» a secas, a fin de cuentas era un hecho mayor en la cultura pop del siglo XX y, se podría decir también, un hecho mayor de la cultura popular sin más, porque bien visto no había pasado antes jamás y había pasado precisamente en ese momento en que el joven trovador Bob Dylan había dejado su guitarra acústica para rodearse de una banda. Y parece que ese momento crucial vino como una inspiración producida por, o tal vez una copia (nunca olvidemos que el homo sapiens, como todos los primates es un animal que copia y aprende) del grupo de guitarras Los Pájaros. Era el tercer documental en poco tiempo en el que nos topábamos con este hecho. Primero Mayra me había insistido en que viera el documental de Scorsese sobre la gira de Dylan del año 75 que ella había visto y yo por alguna razón seguía posponiendo como si supiera todo de él cuando no era así. Imagino que me convenció cuando mencionó que entre los tantos personajes que circulaban estaba una jovencísima Sharon Stone. Estaba Joni Mitchell claro y Allen Ginsberg (que no deja de aparecer como diciéndome, ey, mirame) y muchos otros. Casi de inmediato pasamos a ver otro documental, ¨Echo in the Canyon¨, acerca del nacimiento de ese sonido pop folk eléctrico tan norteamericano donde también aparecían muchísimos personajes. Es una especie de búsqueda del tiempo perdido realizada por el hijo de Dylan que, recordé al verlo, era el cantante de Wallflowers y también, un muchacho muy apuesto que parece no envejecer. En esa búsqueda aparecen Beck y Cat Power y Regina Spektor, Tom Petty y varios más. Parece que en un valle especial a las afueras de Hollywood y Los Angeles se fueron juntando todos esos músicos increíbles. Como si fuera el Bolsón o Traslasierra pero con Neil Young, Dylan, Ginsberg, David Crosby, Janis Joplin, Hendrix y muchos otros. Unos vivían, otros estaban de paso, pero era un centro del universo. Un documental nos iba llevando al otro y terminamos con la vida de David Crosby con ese pelo blanco de hippie añoso sentado en un living teniendo una gran charla íntima con Cameron Crowe. «Cuenta historias increíbles como tu amigo Antonio» me había dicho Cesar. Es verdad. Y es verdad que ha tenido una vida increíble y que ahora, habiendo sobrevivido tantas batallas está sacando unos discos también muy buenos llenos de serenidad y sabiduría. Dios los cría y el viento los amontona dicen en la Patagonia donde precisamente la había conocido.

Paré la película primero para mencionar la electrificación de Dylan (como si hubiera sido sometido a una máquina estilo Frankenstein) y después para contarle de Isabel. Esa mañana, todavía de noche, me había ido al centro con la bicicleta. Vi el cielo rojo y después naranja a la altura de Ciudadela y vi aparecer el sol siempre majestuoso cuando crucé Gaona ya del lado de capital. Si Ciudadela estuviera en Francia sería un gran nombre de seguro y sería una ciudad con murallas.
David Crosby, que estuvo en las tres historias casi dejando a Dylan como un actor secundario (supporting role es lo más exacto) se había comprado un gran velero. Cuando perdió todo por las drogas y demás fue lo último que le quedó aunque ya no estaba para navegar de tan abandonado. Neil Young también tenía el suyo. Yo lo había leído en su biografía. Sé que lo preparó por bastante tiempo para dar la vuelta al mundo, pero que finalmente creo, ni siquiera zarparon o apenas dieron unas vueltas. Y ahí fue que Isabel me contó que ella, siendo muy joven también se había enterado del barco de Neil Young y que se había acercado al muelle y que la habían contratado y que se había convertido en la cocinera. Qué días llenos de magia para los aventureros. Creo que trataba de escaparse en el barco de un novio apuesto, divertido y superficial, algo psicópata sin duda que era piloto y trabajaba de doble en películas. Isabel me contó esta anécdota en el sur. La conocí este verano en Puerto Natales y la despedí en El Calafate. Cuando caminábamos por el bosque, ella muy despacio porque se había pegado un golpe el primer día, me contaba esas y otras historias de rockeros, extras de Hollywood y drogas. Tiempo después recibí un mail en el cual me mandaba saludos y me deseaba una buena vida.

Continuará.

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