La tibieza es una de las peores sensaciones que a uno le puede provocar una película.
El famoso «está bien», sin signos de admiración. Putty Hill provoca un poco eso de a ratos, una tibieza en la que lo que estamos viendo está bien, tiene un par de ideas interesantes, algunos breves momentos que sobresalen y la constante sensación de que el responsable está buscando ser un poco más efectivo de lo que logra serlo. Putty Hill es como sus personajes: de a ratos seria, irresponsable, despreocupada, canchera, gratuita. Es una de esas películas que hacen que algunos críticos hagan observaciones que por generalizar, confunden: no, no sólo de esto se trata el cine independiente yanqui.
Un pibe muerto y la reconstrucción de su persona, a través de breves observaciones de quienes lo rodeaban, a punto de reunirse en su funeral. Personajes con prontuarios, skates, escotes pronunciados y mucho tiempo para matar. Y la cámara que pasa de ser testigo a «esconder» a alguien que hace preguntas en off, indagando sobre las relaciones de cada uno con el muerto, sus intereses, sus cosas.
Porterfield puede ser un director a tener en cuenta por sus demás trabajos. Algo de eso, al igual que su «estilo» se puede vivir recorriendo un poco su página de Vimeo.
Eso sí, yo voy a ahorrar unos mangos para contratar al barba que baila en los funerales. La palmaré, pero que la van a pasar bomba los que me sobrevivan, no quedan dudas…
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Unite a la CharlaHoy mi primer dia de Bafici y la mejorcita es EIGHTEEN. Me gusto mucho, la recomiendo.
ABRAZOS