Alejandra, en un principio, dudó de la memoria de Manuel, sobre todo por el adjetivo “viejo”. Pero, aunque sea exagerado y demasiado halagüeño para mi, hay bastante de cierto en la frase del mítico ex-director de la Cinemateca.
De ser esto una película, el color de la imagen viraría a sepia (o blanco y negro) y comenzaría a moverse de manera ondulada, acompañada también por una ondulada musiquita de, digamos, theremín…
(No se si fui claro con este noble y añejo recurso, quiero decir que viajamos al pasado).
De joven (tele en blanco y negro, hombres con boinas en los bares, señoras baldeando la calle) supe ganarme la vida como coordinador de tránsito de copias (print traffic coordinator, in english) para el BAFICI y el Festival de Mar del Plata. Durante muchos años fui uno de los pocos que iba de un festival al otro, generando enojos obviamente, sobre todo en el BAFICI. Su espíritu elitista y de exclusividad se remonta a aquellos años. (Algo que los responsables de esta nueva etapa, aseguran que cambiará). En los ya lejanos comienzos del festival, nadie sabía como era el trabajo de coordinador del tránsito de copias (y -a decir verdad- de ninguna de las otras áreas necesarias para el funcionamiento de un festival, todos aprendimos a medida que las ediciones del festival se sucedían). Dicho trabajo consiste en lograr que todas las películas, después de atravesar por países inhóspitos y hostiles aduanas, lleguen al festival a tiempo para ser chequeadas y proyectadas, en horarios acordados con mucha antelación. Es un trabajo burocrático, rutinario y que nadie en su sano juicio querría (o debería) hacer. Es -detesto las comparaciones futboleras pero no se me ocurre otra- similar a la tarea del arquero. Si al final del festival todas las películas llegaron a tiempo (no te hicieron ningún gol) nadie te va a felicitar, es tu trabajo. Si sólo una copia llega tarde o no llega, la desgracia cae sobre tu persona (el gol siempre es culpa del arquero). En francés se usa la coloquial expresión: “un trabajo de mierda”.
Recordar aquellos años en los que realizaba esa tarea, hace que me corra un frío por la espalda.
Al hacer esta confesión, temo que la policía festivalera me esté esperando en mi retorno a Buenos Aires, para ponerle fin a mi libertad. Aunque si lo pienso bien, habrá valido la pena.
Volvamos del pasado.
A pesar de que comparto la tarea de jurado con Martínez Carril (y con una ex Ministra de Cultura, dato que sirve para que mi madre -mi noble, sufrida y entrerriana madre- se pueda pavonear con sus amigas y familiares), todavía no nos encontramos.
Me imagino el encuentro con Carril como esa escena en Buenos muchachos, en la cual uno de los mafiosos de la película, después de pasar mucho tiempo en la cárcel, se encuentra con un Joe Pesci al que recordaba como el chico que lustraba los zapatos. Fantaseo que Manuel me ve, me saluda, y me dice que todo muy lindo, pero que me ponga a embalar películas y preparar las guías, que en un rato pasa el camión de FEDEX a buscarlas. Yo, seguramente, le diré “si, señor” y emprenderé la labor con el fastidio, la dedicación, el respeto y el amor que se le deben a una tarea que me condujo, después de un largo recorrido, a ser parte de un jurado junto a una ex – Ministra de Cultura (nunca les pido nada, así que, por favor, no se olviden de felicitar a mi madre por los logros de su hijo cuando la vean) y un mito de la historia del cine rioplatense.
Siempre lo supe (y traduzco mal del inglés): una vez print traffic, siempre print traffic.
Marcelo Alderete
Fotos: Cecilia Barrionuevo