Nuestros años felices – Jean-Luc y François (II)

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Así que esto no es una segunda parte de aquel exitoso post publicado anteriormente en Encerrados Afuera, llamado Nuestros años felices – Jean-Luc y François (que pueden leer por aquí), en donde contábamos la atribulada relación entre Godard y Truffaut, si no un simple agregado. Al que esperamos se sumaran otros.

Anne Wiazemsky debutó en el cine a los 16 años a las órdenes de un tal Robert Bresson. La película es cuestión se titula Au hasard Baltazar (1966). Este dato sería suficiente para reservarle un lugar destacado en la historia del cine. Pero eso no fue todo en la vida de esta niña de familia bien. Ese mismo año, después de escribirle una carta de admiración (y enviársela a la oficina de la revista Cahiers du cinema), conoce a Godard y un año después, se casan y filman La chinoise (1967). La carrera de Anne continuará en los años posteriores, no sólo como actriz, sino también como guionista, directora y escritora.

Aquí nos detenemos en la biografía de Anne, ya que parte de este material formará parte de un próximo post, que, a pesar de no existir, ya tiene título: La(s novela(s) de Godard). Próximamente en su blog amigo.

El extracto a continuación, pertenece a su libro titulado Un año ajetreado (Une anneé studiese, en francés). Libro en el que Anne cuenta su educación sentimental de la mano del temible JLG, de quien la separaba, entre otras cosas, una diferencia de 17 años, mientras en el ambiente, todo se preparaba para la bienvenida del mayo francés.
En una salida social, como estrella invitada en la novela, hace su aparición François Truffaut. Anne, en el estilo cándido que atraviesa todo el libro, escribe lo siguiente:

Conocer a François Truffaut en su despacho de Les Films du Carrosse me intimidaba, pues lo admiraba muchísimo. Pero se mostró acogedor y cordial. Al igual que Jean-Luc veneraba a Robert Bresson. Me hizo preguntas sobre él y sobre mí. Le complació saber que yo estudiaba filosofía y había leído muchos libros. Me atreví a decirle que había visto todas sus películas y que me entusiasmaban, sobre todo Jules y Jim y Los cuatrocientos golpes. Se levantó y eligió dos libros de su biblioteca, que me regaló: Dos inglesas y el amor, de Henri-Pierre Roché y Les enfants de la justice, de Michel Cournot. Luego fuimos a comer a un restaurante ruso frente a su productora. La conversación entre él y Jean-Luc fue animadísima, brillante y divertida. Al separarnos, me dijo: “Gracias por haber entrado en la vida de Jean-Luc. Hacía tiempo que no lo veía tan feliz, y hasta diría que lo veo así por primera vez.” Y añadió, dirigiéndose a Jean-Luc: “¡Es cierto, la compañía de Anne te hace ser casi simpático!”.
Tiempo después, al oírme hablar una y otra vez de aquel “maravilloso encuentro”, Jean-Luc me preguntó un tanto inquieto: “No irás a enamorarte de Truffaut, espero”.


Y así, con un Godard dudando del amor de su pequeña Anne en manos de su eterno rival, nos despedimos con un nuevo agregado a esta batalla que, a pesar de haber terminado hace tantos años, continúa por otros medios.
Hasta la próxima.
Marcelo Alderete

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