Hay tantas aristas en Mudar la piel que es difícil saber por dónde empezar. Quizás lo primero que se puede decir, a modo sinóptico, es que es un documental sobre una amistad muy particular entre Juan Gutiérrez, histórico mediador entre ETA y el Estado español, y Roberto Flórez, un servicio secreto que se hizo pasar por periodista durante una década para ganarse la confianza de Juan y arrebatarle información. Por qué alguien confiaría en un periodista es tema para otra ocasión.

Es perfectamente lógico que una película de espías incluya muchas películas en una y que su propia identidad se ponga en juego permanentemente. Las mismas condiciones de producción, y sus imposibilidades están constantemente presentes en Mudar la piel: la persecución de los servicios secretos, las pinchaduras de teléfono, la indecisión de Flórez sobre si seguir con la película o no, todo ello forma intrínsecamente parte del documental y dice mucho sobre uno de los objetos de la película: el poder aparentemente ingobernable que tienen los servicios secretos aún hoy en las democracias más avanzadas. Roberto Flórez está en conflicto abierto con los servicios (según él, por negarse a participar del operativo fake news de vincular a ETA con los atentados de Atocha e intentar seguir su camino fuera de la fuerza) y eso hace que sea prácticamente imposible producir el documental sin hostigamientos constantes.

En una decisión que no me convence demasiado, la película opta por llevar la idea de “película de espías” también a lo formal. Entonces aparecen la directora y su madre hablando en la cocina, pero no las vemos desde la escena sino desde afuera del edificio, como si estuviéramos fisgoneando. Son además constantes los audios en cassettes, con sonido rústico, y los planos generales; hay un ánimo de intriga, también presente en la música, como si se le hubiese puesto un gran filtro “película de espías” en Instagram, sin duda dándole un marco a todo este absurdo irreal que es que en un país avanzado y supuestamente democrático no se pueda hacer un documental con un mínimo de libertad. Mientras veía la película estas decisiones estéticas no me convencían, me parecía que desdibujaba un poco la potencia y seriedad de las historias, pero ahora con la distancia estoy cambiando de opinión.

[Juan y Roberto]

Dentro de las muchas vertientes, hay una que creo yo que el documental pasa un poco de largo, en favor de “las cosas de espías”, es decir, de cómo que nadie se dio cuenta, que cómo se las ingeniaba, que acaso nadie sospechaba, y cómo puede ser, que cómo hizo para traicionar así la confianza de su padre (hay un rasgo ahí un poco egocéntrico de una de les directores al poner el foco mucho en la “traición” a su padre. Es un tema el egocentrismo en los documentales, pero va para otro día), todas distracciones adictivas pero no particularmente ricas. Decía que, por otro lado, quedaba un poco más opacada la conmovedora historia de cómo Juan entendió la traición de Roberto y cómo siguieron siendo amigos después de todo. No es que el documental no la aborde, pero pareciera contentarse con representar a Juan como un anciano bonachón y en extremo comprensivo y no con explorar realmente sus razones. En esa pequeña historia hay muchos frentes interesantes, pero si uno acepta, y Juan lo hace, el relato de Roberto, de que cambió su pensamiento a partir del trabajo realizado con Juan Gutiérrez, y que ello le llevó a tomar decisiones peligrosísimas al irse de los servicios, estamos en presencia de algo que podría ser una película en serio sobre la evolución ética individual. Pienso como contracara en la ridiculez de La Vida de los Otros, y ese despertar de la conciencia a partir de la música clásica o sobre lo bello de la humanidad y no sé qué fruta… ésta sí es una historia potente, seria, y aun así emocionante de evolución. Allí hubo un enamoramiento (especialmente entendible para quien escucha hablar a Juan) ante su heroico pragmatismo, su serenidad, su lucha no romántica y, quizás por eso más emocionante, por la paz. El mismo trabajo de espía, que implica justamente ser otro, terminó emboscando a un jefe de espías, haciéndolo abandonar un sistema corrupto y buscando alguna redención, por las buenas o por las malas. Falsa o cierta, qué bella historia es.

Sobre el final del documental ocurre algo que no quiero adelantar, que está muy bien pero que no cambia lo que más quería decir sobre la película, en todo caso lo reafirma. Mudar la piel es muchas cosas. Sí, un documental thriller sobre un espía y sus peripecias, pero también la historia de una amistad y de la posibilidad de la evolución personal, y a la vez de la persistencia de poderes incontrolables que siguen más vivos que nunca, incluso lejos de nuestras democracias deficitarias.

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