La verdad, superó los objetivos. Tenía muchas ganas de ver esta peli, pero no esperaba tanto. Señores, ¿qué hace esta maravillosa sátira de la vida cotidiana en el baficito? Es casi una ofensa para los pobres pibes, que no entienden nada y se la pasan preguntando cosas como «Mamá, ¿por qué le apunta con el revólver?», «Mamá, ¿por qué el jefe le hace una llave en el cuello con las piernas al empleado?» y la mamá tiene que decir es un chiste, nene, es un chiste, hasta que la cuarta vez se agota y saca al niño de la sala.
Como en las dos anteriores películas de la saga (My life as McDull y McDull, Prince de la Bun), el punto de vista salta constantemente en el tiempo, desde algún presente descolorido hasta el momento utópico del jardín de infantes «Flores de Primavera». A diferencia de las dos anteriores, este salto en el tiempo se muestra también en la técnica, ya que las escenas del «presente» están filmadas con actores (btw, los más famosos del cine de Hong Kong). Ellos muestran a los niños del jardín de infantes ya crecidos e intentando integrarse a la sociedad: vestidos de oficina, tratando de seguirle el paso al absurdo cotidiano. ¿Qué sentido tienen los discursos corporativos? ¿Cuánto hay que estudiar para conseguir trabajo en un comedero? ¿Por qué abogado es una profesión más respetable que soplador de burbujas en el capuccino? Y, sobre todo, la principal preocupación de nuestro héroe, McDull: ¿qué trabajo se puede hacer sin ponerse pantalones?
Ah, hay escatología también en esta peli. Otro ingrediente anti-niño (o pro niño, según cómo lo quieran ver). Por ejemplo, se trata el terrible flagelo de los que cagan pelotitas. ¿A qué se debe? ¿cómo combatirlo? Pero después viene un flagelo peor: el derrumbe de cerebro, que no permite recordar más que cinco minutos. ¿Cómo vive su vida una persona con derrumbe de cerebro? Fácil: se levanta a la mañana, se viste y sale a trabajar. Se toma el subte, baja donde bajan todos, se mete en una oficina y hace como que trabaja. Así hasta las siete, cuando vuelve a seguir a la multitud, se mete en una casa y luego en una cama con una mujer. Y así al otro día y al otro.
Y ni les cuento del final a toda orquesta que integra a McDull con la mejor tradición del cine de acción honkongués, y también con ese viejo texto que decía que lo más importante de la vida se aprende en el jardín de infantes.
Vean McDull, the Alumni. Sin chicos, mejor. Y si no están en un mal día.

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