Los sonámbulos

A nuestra manera todos somos obsesivos. Mi madre, fanática de la limpieza, respecto de mí mismo, piensa lo contrario. Sin embargo aquí estoy cerrando un cajón que había dejado abierto hace veinte años. Podría en verdad decir simplemente que estoy leyendo un libro que me recomendaron hace ese tiempo. O podría decir que de Los Sonámbulos de Arthur Koestler escuché hablar por primera vez aquella vez. O que este año encontré en un puesto de plaza Italia aquel libro del que me había hablado Martin. Me había dicho algo más o menos así. Se trataba de un libro que contaba la historia de las diferentes maneras en que los pueblos habían visto el cielo a través de la historia. Comenzando con asirios y caldeos digamos. Pero lo que más me llamaba la atención era el título y lo que evocaba. Todos esos personajes que, mientras todo el mundo duerme, se mantienen despiertos mirando las estrellas. Como una especie de cofradía mantenida a través de los siglos. Todos mirando las mismas estrellas, bañándose bajo la luz de la misma luna. Esto último también me lo señaló Martín. Martín era un estudiante de historia que había conocido cursando una materia en filosofía. Tenía una voz muy grave y hablaba de manera pausada. Me había caído muy bien de entrada. Hacía años que participaba de otra cofradía. Me contó después. Hacía unos cinco que se juntaba con un profesor y otros alumnos a leer el prólogo de la Fenomenología del Espíritu de Hegel. Como todo el pop en el álbum blanco todo estaba contenido allí. Martín en algún otro momento me hizo el siguiente comentario: ¨ya hace muchos años que murió la última persona capaz de comprender a Hegel¨. Como si hubiera muerto el último hablante de una lengua. Ya nadie habla hegeliano como su lengua madre, lo que quedan son solo elucubraciones. Lo que creemos que debe haber sido. La cosa es que veinte años después encontré The Sleepwalkers y ese libro leía cuando esperaba a Andrea el otro día en el aeropuerto. Estaba leyendo la siguiente línea cuando alcé la vista y descubrí que ya estaba a mi lado: ¨Podemos agregar siempre algo nuevo a nuestro conocimiento; pero no podemos sustraer de él¨. Había metido el libro en mi mochila porque me parecía perfecto para un viaje. Lo hice junto a este otro de Bruce Chatwin, The Songlines. Recién ahora me doy cuenta cuanto resuenan los dos títulos. Como si lo hubiera pensado pero no. Ahora también me doy cuenta de las extrañas resonancias entre las dos historias que cuentan. Hombres unidos a través de la historia por la observación de los cielos nocturnos; hombres unidos, caminando durante esos mismos siglos, también bajo las estrellas y por los desiertos australianos guiados por los hilos invisibles de canciones cantadas por sus antepasados. El hombre empezó a caminar un día por las sabanas africanas cantando y describiendo lo que veía. Dejó esas sabanas, se internó en las selvas, cruzó desiertos y mares, siempre cantando, de una generación a otra. Esa es la línea invisible que nos une. Y el cielo estrellado. Y las canciones.

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1 Lectores Comentaron

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  1. sil on 23 mayo, 2015
    Me gusto, hasta me quede c ganas d mas. Te uniste a alguna cofradia?

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