Los perros peruanos tienen un foco muy preciso; van directo al tobillo y con ganas de morder nomás. Eso sí, son tan maricones como todos los perros; incluso los más bravos, sí parás y agarrás una piedra reculan de manera muy cobarde. Y el que no…no me pasó hasta ahora y espero que no suceda!. El puma en cambio, sí mueve la cola es porque va a saltar. Me explicó un paisano. También me explicó como ensartar un jabalí. En fin. El primer perro del que tengo recuerdo se llamaba Zaratustra. Ese nombre fue mi primer contacto con la religión persa y la filosofía alemana. Era un bóxer color café con leche. Éramos muy chicos y apenas tenemos recuerdos. Tuvieron que sacrificarlo y mi padre nos dijo alguna mentira muy poco filosófica y nietzscheana. Antes de Zaratustra estaba el Chow-Chow de sus días de soltero. Un día sostuvo al cartero contra una pared parado en dos patas hasta que llegó mi abuela y autorizó a que lo dejara libre. Mi viejo dice que cuando volvía del trabajo silbaba desde lejos y el perro salía a su encuentro. Tenía un nombre que olvidé. Deberían ser días felices aquellos. Nunca oí silbar a mi padre después; sólo en historias como esa. Después del bóxer estuvieron Tip y Top. Un ovejero alemán que desapareció de cachorro (y nos rompió el corazón) y un fox terrier frenético que no paraba nunca como una novia que después tuve. Top era un cazador nato (como la canción de Tim Buckley, Once I was a Hunter). Traía gallinas a la puerta de la cocina, saltaba como un campeón para cazar pajaritos y exterminó varios gatos del barrio también. Tuvo que irse. Después vino Charly, un Cocker azul y blanco. Eran unas manchas negras azabache en verdad pero el color se llamaba azul ruano lo que me encantaba; el nombre. Tiró una calesita con ropa y se masticó todo. Gone. Llegó el tiempo de los cuscos ya que ninguna raza duraba. Estuvo colita. Se acabaron los días de los grandes nombres también. Mi hermana la salvó del moquillo durmiendo un mes entero a su lado y despertando a la madrugada para darle sus remedios. Cuando se curó mi madre la regaló un día que Gabi estaba en la escuela porque rompía todas las plantas. Mi hermana tardó en recuperarse. Y eso fue más o menos todo. Mientras yo estuve en esa casa. Mientras fuimos Gabi y yo. Después nació mi hermano y a él sí lo bautizaron Federico Guillermo, como a el emperador, como Hegel, como Nietzsche. A mí me habían dado el nombre de mi abuelo; jugador y mujeriego. Después, un día, mucho más grande, dejé el Palermo de los jóvenes profesionales donde vivía y en la peor (y única) inversión inmobiliaria de mi vida, abandoné el barrio justo antes de que se convirtiera en lo que es. Me fui a vivir a una quinta y me compré un ovejero belga. Era de color madera. Hermoso. Parecía un lobo y así se llamaba. Me acompañó dos años hasta que un día saltó la tranquera y nunca más volvió. Nunca se lo perdoné. Esa semana pasó un pibe y me dejó un Husky de ojos azules y perdidos. Este era un lobo de verdad. Creo que el pibe era parte de una banda que robaba perros de unas quintas y se las vendía a otras. Estaba tan apenado que no me importó y le dí 50 pesos , lo metí adentro y lo bauticé Noel. Eran tiempos del Britpop. Esa noche no dormí. Despertaba de a ratos a mirar esa fiera con ojos salvajes echado a mis pies. Estaba intranquilo, pensaba que iba a asesinarnos durante la noche. El día siguiente durmió afuera y también desapareció. Después se vino a vivir a casa una novia con una gata pero esa es otra historia. dj malhumor.

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