Esto me pasa por dejarme llevar. Termino obedeciendo a fanatismos ajenos. Ayer madrugué para conseguir entradas para pelis que ni siquiera me interesaban tanto. Vi la película de Coupland, escritor del que leí una sola novela y bueno, ok, está bien, pero hasta ahí tuve suficiente. Y la peli, Souvenirs of Canada, bueno, es simpática, es divertida en su intento autobiográfico, está bien hecha en la ruta, pero cuando se llega a su núcleo, al hueso, termina diciendo cosas como «nosotros somos la tierra y la tierra es nosotros». Total, que el nacionalismo es nacionalismo en cualquier parte. Y no hay con qué darle, no hay manera de hacerlo más cool, aunque sea Coupland el que lo haga. Cuesta entender por qué enfrenta el intento separatista de Quebec con un «somos todos hermanos y juntos somos más fuertes», pero no le cabe ni un poco la idea de disolver la frontera con Estados Unidos. Coupland, hacele un favor a tu mamá y no hables de política, no hace falta.
Y después, otro ídolo ajeno: Jarmusch. Quién me manda a hacer cola para ver la primera película de este pibe, a las once de la noche y muerta de sueño. Permanent vacation es un ejercicio de NYU, con una anécdota divertida de un saxofonista. Y ya. El resto es el plano final con el barco que se aleja de Manhattan. Explicame quién se va de Manhattan a París en barco.
Pero hoy ya no me agarran. Pasé de la cola para ver Last Days. Al fin y al cabo, no veo nada de Van Sant desde Mi mundo privado, y a Nirvana lo escucho por la radio. Así que, basta de farsa.
M.B.