Lily Allen en Argentina

Retrato de la artista cachorra
Al momento de cierre de esta nota 4.388.748 personas vieron el perfil de Lily Allen en su Myspace, sus temas se escucharon 10.305.006 veces y tiene 321.317 “amigos” hechos gracias al sitio. ¿Les suena la historia del éxito global engendrado a base de clics de mouse?

¿Qué tiene esta chica?
Para empezar está “Smile”, un hit irresistible, de esos que te hacen mover las cachas por instinto nomás, una canción que comienza diciendo “Cuando me dejaste por primera vez yo quería más/ pero te estabas cogiendo a la chica de la puerta de al lado”. Después, Alright, Still, un disco livianísimo (debería venir con bronceador y un par de ojotas) que guarda un puñado de canciones que si no las disfrutaste durante el último verano podrás hacerlo en el próximo, porque aunque la fecha de vencimiento esté borrosa, todavía no huele mal y puede aguantar hasta los próximos calores. Pop de máxima pureza + reggae blanco + saltarines flashes de ska + actitud punk. Sus canciones podrían estar en las telenovelas juveniles de Cris Morena, sino fuera porque cuentan historias adolescentes que pueden empezar, como la cabaretera “Alfie”, diciendo: “Mi hermanito está en su habitación fumando porro”.
Sin embargo, Alright, Still es desparejo, entre las gemas pop se intercalan algunas baratijas de relleno. Fue terminado a las corridas después del estallido social causado por las canciones que la muchacha había subido a su lugar en Myspace. La cachorra había abierto esa cucha internética para mostrar sus canciones urgentes y postear sus penas, alegrías y enojos como cualquier hija de vecino.

Nacida y criada en Londres hace 21 años, Lily es hija del actor Keith Allen (tal vez lo conozcan por sus apariciones en Trainspotting -hace de dealer-o 24 Hour Party People). De allí vienen los genes musicales: mister Allen tiene su propia banda, Fat Les, y está muy ligado a los integrantes de New Order; con ellos coescribió el hit mundialista “World in Motion” y ocasionalmente los acompañó tocando en vivo. La dulce Lily dejó de estudiar a los 15 años después de haber pasado por 12 escuelas. Ella dice que en ese momento comenzó a tomarse con más seriedad la música; lo cierto es que esa fue la época más descontrolada de su vida.

¿Y por qué tanto palabrerío alrededor de una chica que hace canciones pop?
En el afán por retratar a la artista cachorra que dio el gran golpe a los 21 años, se dijo que contaba mejor que nadie lo que es vivir en la Londres de 2006, y también que es la versión femenina de Mike Skinner, el bravucón que editó los mejores álbumes de hip hop made in England bajo el nombre The Streets. “Entiendo las comparaciones con Skinner; somos los dos observadores, blancos y de clase media” dice ella. Si no escuchen “LDN”, un calipso donde describe lo que ve mientras pasea en bici por su ciudad, o la balada “Littlest Things”, el sonido de extrañar a alguien subido hasta 10: “Nos podíamos pasar todo el fin de semana tirados en nuestra propia mugre/ yo era tan feliz usando tus boxers y tu remera”.

Lily Allen lleva más de un año dándole letra a la prensa especializada y a los tabloides sensacionalistas. Los primeros alaban su frescura, sus letras, su actitud, y la comparan con Blondie, Gwen Stefani y los Happy Mondays. Los segundos muestran los trapitos sucios, las tucas abandonadas en los ceniceros de los hoteles y las historias de los años adolescentes en los que vagaba por Ibiza vendiendo éxtasis; hasta rastrearon a su primer novio (el que coprotagoniza el hit “Smile”), que vendió las intimidades de la relación por 25.000 libras. La misma cifra del primer cheque que ella cobró por su disco debut…
Lily Allen: un poco de buen pop, remedio infalible cuando el mundo hace plop.

Jota Pérez
(Versión Extended Play de una nota publicada en el número de julio 2007 de la revista Haciendo Cine)

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