“Like someone in love” es una película extraña, un dispositivo complejo hecho para confundirnos, una película hecha de meras superficies (que no es lo mismo decir superficial), ya que su opacidad e ilegibilidad general se debe menos a la complejidad hermenéutica de su anécdota, que al efecto cegador que nos provoca la transparencia de su estilo.
Como “El vuelo del globo rojo” de Hou Hsiao-Hsien, “El corredor” de Sarunas Bartas o “El caballo de Turín” de Béla Tarr, este film de Kiarostami parece detenerse a narrar con minuciosidad un presente indeterminado, en el que las dimensiones de pasado y futuro son difusas, y en el que el conflicto es impreciso pero a la vez palpable. Pienso al escribir esto por ejemplo intentar enumerar una serie de temas y cuestiones que ocurren en ella, pero la película se me escapa siempre, me excede, se me hace irreductible: ¿es sobre los celos? ¿la violencia? ¿la naturaleza del deseo? ¿la barrera infranqueable entre dos generaciones? ¿es alguna reflexión sobre la ontología del ser japonés? Mmm sí, puede ser en parte, pero en el fondo “Like someone in love” se escabulle y escamotea la información cuando está comienza a estructurarse o tomar demasiada forma. Por ejemplo, la inmanencia de ese puro presente hace que sea imposible extrapolar los conflictos individuales de los personajes a los problemas colectivos o sociales, o realizar a partir de ellos grandes interpretaciones; uno no puede afirmar que la película es –ponele- sobre la violencia latente en la sociedad, cuando esta reduce el cosmos a la vida de cuatro personajes. No podemos realizar una gran interpretación en clave psicológica si la película sólo nos da lo mínimo para entender y justificar las acciones de los personajes, ni leer ese final (que parece iniciar lo realmente interesante del conflicto más que concluirlo) como algo más de lo que es, un acto aislado de violencia.
Por lo tanto, pienso que hay que entender entonces al film de Kiarostami a partir de su literalidad y ultravisibilidad: no hay contenidos que estén figurativamente en lugar de otra cosa, no hay un más allá de sus imágenes, un contenido último velado que deba ser descifrado. En ella -a pesar de lo que muchos han leído en sus imágenes- todo está allí a la vista y eso es, en definitiva, lo que nos perturba. Es decir, si la película ha generado las más disímiles interpretaciones es porque su estilo plano, seco y sin metáforas pareciera contemplar toda posible significación que el espectador ensaye. Como un aleph personal los imágenes de “Like Someone in Love” parecen incluir en su interior el mundo entero que el hermeneuta (y sus preocupaciones y obsesiones) quiera ver en él; o también –siguiendo las comparaciones borgeanas- reflejar y adaptarse el mundo entero de quien los lee, como un mapa que coincidiera punto por punto con el territorio representado.
Quizás todo esto es un rodeo para decir que la película deja gusto a poco, que más allá de la sensualidad de sus imágenes, la delicadeza de sus diálogos, la habilidad de su montaje, en el fondo sólo se esconde un esbozo de trama que quiere hacerse pasar por drama minimal y universal.
Bruno Grossi