Mrs Dalloway llega a París escapando de Irán, pero sin poder escapar del todo. Lo de Dalloway es un seudónimo. Lo mismo pasa con Gecko, un botones de hotel cuya única realidad es la de bailar espasmódicamente en plan parkour, cual lagartija. Se conocen, se gustan, etcétera.
Mrs Dalloway, la novela de Virginia Woolf, empieza con una simple oración, «La señora Dalloway dijo que ella misma compraría las flores» y esa compra sería toda una aventura. Por su lado, entre kilómetros de texto, en Las flores del mal de Charles Baudelaire se puede leer esto:
A mis costados, sin cesar, se agita el Demonio; flota alrededor mío como un aire impalpable; lo aspiro y siento que abrasa mis pulmones y los llena de un deseo eterno y culpable. / A veces toma (conoce mi gran amor por el Arte) la forma de la más seductora de las mujeres y, bajo especioso pretexto de aburrimiento, acostumbra mis labios a filtros infames. / Me conduce así lejos de la mirada de Dios, jadeante y rendido de fatiga, en medio de las llanuras del Hastío, profundas y desiertas, y lanza a mis ojos llenos de confusión ¡vestidos manchados, heridas abiertas y el parto sangriento de la Destrucción!
Les fleurs du mal, la película, se ubica ahí en el medio de todo eso, lo que resulta un poco demasiado: los caóticos videos de Irán que mira ella, los pasos de baile de él, los momentos de silencio, lo estilizado del tratamiento visual, las referencias literarias. Todo es demasiado. Sin embargo, hay algunos momentos brillantes, de singular paz y belleza, cuando Chico y Chica logran el mismo nivel de intimidad que emana la película. Ahí hay un par de grandes momentos. Eso, quizás sirva para diferenciarla de muchos proyectos parecidos.
2 Lectores Comentaron
Unite a la CharlaSaludos
no me dan los horarios para el bafici y quiero verla!
saludos.