La trilogía de Berlín

La primera semana del viaje me la paso pensando por qué salí, me la paso intentando reconstruir el momento en que tomé la decisión, que es como tratar de saber cuando un puñado de arena se transforma en un médano. La última semana me la paso preguntándome por qué vuelvo. Y siempre encuentro algunas razones que siempre huelen más bien a excusas, para uno y otro lado. ¿Habrá algún idioma donde exista una palabra que signifique una cosa y la otra, razón igual excusa? No es que me la paso pensando, no, pero es una presencia. El pensar. En medio, entre partir y volver está todo ese tiempo cuando simplemente estoy allí. Es decir acá. Donde sea en fin. En Dinamarca estuve saltando entre islas y una de las noches dormí en un observatorio de aves. Esas cabañas abiertas que miran a una laguna, o un pastizal, o el mar. Apenas entré en Alemania dormí en otro. Y la primera vez que dormí en un observatorio de aves frente a una laguna fue en Uruguay, frente a la laguna negra. Estas dos últimas semanas leí dos libros de Julian Barnes. En uno de ellos uno de sus personajes lanza la siguiente ironía: ¨En efecto todos estamos esperando ver que hará Ted Hughes cuando se le acaben los animales¨. Ted Hughes era un poeta laureado inglés que nombra pájaro tras pájaro (El Halcón en la lluvia es uno de sus libros) y que dice cosas que la mayoría no vemos. Había justo anotado unos días antes una línea de él que me había parecido reveladora. Dice así: ¨Durante todo el día el halcón estuvo perfeccionando su halconeidad¨. La anoté en mi diario que ahora uso para todo propósito porque se me están acabando los pensamientos. Abajo de Ted Hughes por ejemplo anoté una lista de celulares recomendados por un sitio español que hace comparaciones de modelos, precios y demás. Más adelante Barnes, redimido, dice a través de otro personaje (tal vez el mismo): ¨Y debo agregar que nunca se le acabó la lista¨. Porque la lista es siempre interminable para el poeta, para cualquier poeta. Ayer íbamos por la ciudad con Andy y vimos a alguien empujando un coso mezcla de bicicleta y monopatín. Ni una cosa ni la otra. O ambas. Y quién empujaba era también de un genero indescifrable, él/ella, ella/él. Estoy a 50 km de Polonia. Unos cuantos días atrás crucé el río Elba que era la frontera natural entre el Oeste y el Este. Berlin está lleno de espacios abiertos que fueron abiertos por las bombas. Un antiguo aeropuerto es un parque gigante. Es un espacio irreal. Se puede andar por las pistas y carretear. Aunque no se levante vuelo.
Cuando cierro los ojos estoy en el barco. Los abro y estoy en Berlín. Mientras estuve en Groenlandia había claridad casi el día entero y aunque era verano era una luz de otoño que por las tardes iluminaba los picos. Ahora un mes más tarde esa luz llegó a Berlín y a la tarde ilumina los edificios. Pasan nubes tormentosas de colores amenazantes. Mis padres otra vez reclamando que no estaré para mi cumpleaños. No digo nada, resoplo, y pienso que los que no están son ellos, yo estoy. Difícil de saber quien está más cerca de la verdad. Una de las noches vi a River de madrugada como si jugara en Japón. Pero no, jugaba en Bs As. que visto desde acá es Japón, lejano, exótico, quiero ir. Andy me cuenta que Gastón consiguió un millón de dólares para un proyecto que lo haría millonario. Mientras tanto ya lo es. Algunas personas tienen la facultad de convencer a otras para cosas como esa. Otros persuadimos a otros de que nos protejan. Otros de que no valemos nada, o que valemos mucho, todo un esfuerzo, de un lado y otro. Leí en otro libro que el sapiens es el único mono con la capacidad de convencer a otro mono que si le da una banana ahora él le garantiza innumerables bananas en el futuro.
Como ya no hay más lugar en Barcelona entonces ahora todo el mundo se viene para acá. Una placa a unas cuadras dice: ¨Aquí vivió David Bowie¨. Siempre años, muchos años adelante de todos.

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