La otra vida de Lloyd Cole y las tortugas

Cuando llegué al pueblo le pregunté a un pibe flaco y con un peinado algo extraño dónde podía encontrar la casa de gran hermano. De verdad. Era una monja que daba alojamiento barato. Me dijo que no sabía pero nos pusimos a charlar. Estábamos parados en medio de la calle justo en la esquina enfrente de la plaza. Así estuvimos un buen rato hasta que una camioneta roja nos tocó tímidamente la bocina. Era la clase de lugar dónde todo el mundo pensaba; ¨deben estar hablando algo importante, no los vamos a molestar e interrumpir la conversación; qué nos apura¨. Me dijo dónde estaba el camping y me empezó a contar que en el río, unos 5 km a la salida del pueblo, había unas piletas naturales donde uno podía zambullirse de cabeza y nadar a gusto. Incluso había unas tortugas. A medida que hablaba sentí el splash y me sentí yo mismo zambullirme y me sentí el nene del disco de Nirvana. Creo que ahí sentí el bocinazo de la camioneta roja. Hacía una semana que no me bañaba y venía de recorrer unos caminos tan hermosos y alejados como polvorientos por zonas donde hacía 8 meses que no llovía y había ríos secos que se habían convertido en arenales . El desierto te hace comprender la experiencia del bautismo por el agua. Quedamos encontrarnos más tarde para tomar una cerveza. Era la noche perfecta; serena y clara. Esas noches que te hacen pensar en que está todo bien. Esas noches que te hacen pensar que todas las decisiones tomadas alguna vez; incluso las más dudosas fueron acertadas porque te trajeron hasta aquí; a un lugar, una plaza, donde está todo en su lugar y no existe el mal. ¨La verdad es que la extraño¨ me dijo después de un rato largo de hablar sobre bueyes perdidos. Yo también la extraño le dije. Las extraño a todas. Empezando por Mayra, mi novia legendaria (cf, Pulp, Separations). Y de ahí para adelante todas. Gabriela, Betina, Carolina, Karin, Silvana (primera y segunda época); Lorena (ver a Lorena caminar te hacía creer en la existencia de la levitación); Sarah; Cecilia; Ellen Page; la peruana; a una chica de Halifax que vi una sola vez en Montreal (platonic) a Tina (destiempo); Ruth Infarinato. Extraño incluso a alguna con sentimientos encontrados como los vientos cruzados de Neuquén. (Esto no puedo haberle dicho porque estaba en Córdoba y faltaba para Neuquén). A Cecilia incluso la rescaté del olvido total. Me enamoré en lo que duró una caminata entre Puan y Primera Junta saliendo de un teórico de Filosofía Antigua. Era la más aguda de todas y la dejé ir porque me dio miedo. La peruana era una pelirroja muy sofisticada que conocí en el Bolsón. Con unos ojos que encandilaban me dijo ¨Sin duda el mejor disco del año es el de Explosions in the sky¨. Perdí su mail, su teléfono y olvidé el nombre. La fui a buscar a Ezeiza pero tampoco sabía el vuelo en que se iba a Lima. Las extraño a todas le dije. A veces en orden cronológico; a veces random. En mi otra vida estoy felizmente casado. Dijo Lloyd Cole. Es algo con lo que vas a tener que convivir le dije yo a su vez. Demasiado espacio entre un pensamiento y otro y por ahí se cuelan los fantasmas. Quedamos para el día siguiente para ir a las piletas y nadar con las tortugas. El camping estaba casi al final de pueblo en una especie de bosquecito. Juan, el dueño, me aconsejó que pusiera la carpa debajo de una mora que caía como un sauce. ¨Es única, nunca vi otra mora como esa¨ me dijo. El comentario me pareció de una cortesía absoluta. Como si el lugar me hubiera estado esperando. Juan es un joven de casi 80 años que fue sastre en la calle Florida, vivió en muchos países y se casó con la hermana menor de su esposa cuando enviudó. ¨Era lo más práctico¨ me dijo. Me cortó el pelo bajo otro árbol mientras su gato me robó un salamín que tenía para el camino. Dj malhumor (aka Santiago Bardotti).

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