La gran novela americana y los canguros

Sobre la mesa escritorio, David Foster Wallace; Infinite Jest, 1078 págs (incluyendo el aparato de notas); sobre la mesita y en espera, Pynchon, Contraluz, 1335 (una tipografía más generosa eso sí). La mesita son tres valijas de cuero viejas una sobre la otra que pertenecieron al papá de Mauricio; piloto, buzo, paracaidista y conductor de programas de cine exiliado en una isla del Sur; Mauricio. Para el tren llevo la más corta y ¨sencilla¨ The Corrections de Jonathan Franzen con solamente 602 págs. Sobre el bafle que vendría a ser la mesita de luz de mi dormitorio biblioteca Dave Eggers, Qué es qué, un descanso de 531 págs. Estoy descubriendo qué es esa cosa llamada la gran novela americana. Novelas maníacas larguísimas. Y me gusta. Cada tanto me doy estas tareas. Una vez leí las obras completas de Freud desde la primera página hasta la última. Empieza con unos quince prólogos a cada nueva edición de las obras completas. No lo puedo chequear porque mandé todos mis libros psi a la Patagonia. Como para evitar cualquier recaída y querer releer a Freud. Un jardinero que venía a mi estancia de Parque Leloir se levantaba todas las mañanas a las cinco para leer el Martin Fierro. Y un psicoanalista pistola que conocí terminaba toda discusión remarcando que él solo necesitaba leer a Freud. Adivinen quién era más sabio. De chico tenía un vecino que leía el diccionario. Como David Foster Wallace. No tuve la suerte de haber tenido padres tan neuróticos y sofisticados como para que me arruinen del todo y convertirme en artista suicida. Cuenta que en la mesa familiar jugaban a hacer acertijos sobre el buen uso del idioma. Yo solo tengo problemas con las chicas. Tampoco. No del todo. Más o menos. Como con las conservas y los remedios mis relaciones vienen con fecha de vencimiento. A veces como la comida vencida también y nunca me pasó nada. Con David Foster Wallace nos une que los dos nos parecemos a Alejandro Lerner. De cara digo. Esto es algo que el gran David murió sin saberlo. David Foster Wallace es una gran mente de la que queremos saberlo todo. Absolutamente. Sobre el tema que sea. Tenis; cruceros, langostas; filosofía del lenguaje; el mundo del porno. David Foster Wallace es alguien a quien simplemente te gusta escuchar porque es cautivante. Porque siempre va al punto; porque siempre tiene muchas bellas y agudas palabras para decir lo que quiere decir. Y se esfuerza en ello. En hablar claramente. Porque hay una lucha interna constante de descubrir cómo son las cosas. Hasta que no pudo más y como decía Nietzsche murió de realidad. Wallace tiene un ojo agudo para los hechos. Nombres de drogas, estadísticas; datos nimios que lo explican todo. En algún lado dice que era buen jugador de tenis no por su técnica (era mediocre) sino porque era un gran matemático; manejaba las líneas y flejes como un geómetra.

Franzen por otra parte es una persona de una superioridad abrumadora. En general los autores de esta/esa generación pintan personajes perdedores que el fondo son ganadores y que son ellos mismos. Como la piba de Girls que no la soporto y le metería una piña. Eso es lo bueno de vivir en la Argentina. Puedo escribir eso y no pasar por machista. Mis amigos pensarán que soy un salame y que no entiendo nada. A lo máximo. Franzen no. Franzen no es como la piba de Girls. Pinta perdedores a secas. Sin enaltecerlos de ningún modo. Perdedores que quieren ser escritores o cineastas o intelectuales o modernos de alguna clase. Sin anestesia. Los describe a ellos; a los perdedores. Y no se describe a él. Porque él es un autor de la ostia y se las sabe todas y no necesita esconderlo ni vendernos pescado podrido. Franzen es alguien adaptado y exitoso que habla del resto y patéticos mortales. No paro de reírme. Dice de su ex novia: tomó medicación por tres meses lo que la volvió terriblemente obtusa. Lo que ella toma como salud!! ¡Y por eso lo dejó! Al tipo. Que se lo merecía; claro. A cada uno de nosotros. Alguna vez, en alguna ocasión; aunque no parezca el caso. Piénselo por un segundo. Van a ver que es así. Todos somos el gilipollas de alguien. Lo dice Orson Welles en La Dama de Shangai. Pynchon es la clase de autor (ya clásico) que nos decimos que seguro en inglés es lo más. Lo intuimos a través de la traducción imposible. Pero cuando tratamos de leerlo en inglés no entendemos un pomo. Una especie de paradoja. Como una chica que me gusta mucho pero que me trata mal. Tampoco puedo entenderla. En el idioma que sea. Y en medio de todo ello volví a Australia. A dónde nunca estuve. Pero donde están los Lucksmiths entre otros. En Australia debe estar todo bien. Eso deduje escuchando Bart and Friends.

El disco apareció en una madrugada. De golpe, como oleadas, aparece tanta buena música que teníamos guardada y dejábamos de lado. Una tapa que me recuerda a Belle & Sebastian que recuerda a los Beach Boys y otras grande bandas de los sesenta (y que no es la que subí, ja). Y como en las viejas épocas voy a All Music y me aparecen un montón de nombres que pongo en el soulseek y como en época aún más lejanas dejo caer las canciones: Hydroplane; The zebras; TheShapiros; Luckysmiths (los único que atesoraba y había olvidado). El alma mater de todo esto es un tal Cummings que cuando googleas se llama igual que otro australiano célebre criador de caballos. Y Bart & Friends resulta ser un supergrupo de gente de todas estas bandas que son por supuesto superhéroes totalmente desconocidos y fanáticos de Yo la Tengo y Luna. Un disco en 1998, otro en 2010 y unos eps brillantes. Y de allí salto a Hydroplane por ejemplo que es lo mejor que me pasó desde Galaxie 500.

Y Galaxie 500 es de lo mejor que me pasó ever. En un viaje me compré la caja de cd´s con sus tres discos más un extra. Todos mis amigos me la querían robar. Y el hecho; de esa caja; tapó el otro hecho de que cuando volví de ese viaje mi novia legendaria se las había tomado definitivamente. Soy una golondrina algo extraña que a veces se lamenta. Dj malhumor. PD: no paro de escuchar una joyita llamada Crickets de The Zebras.

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