Me tocó el sillón y allí me tiré y me puse a terminar de ver La Presa; una película francesa de uno que huye todo el tiempo. Se escapa de la cárcel y corre y corre. Literalmente. Corre por su vida a toda velocidad. Lo persigue una policía. En Francia las policías son super models Yo también corro. Ayer me fui corriendo hasta la laguna de Rocha. La laguna se había abierto paso y sale al mar. Sí, sí, es hermoso. Y antes de ayer cruce ese canal con el agua al pecho y la bicicleta en los hombros. En la orilla de la laguna revoloteaba una enorme bandada de rayadores.

La corriente tiraba hacia el mar y en la boca entraba la rompiente y las olas. Daba un poco de impresión visto desde el agua. Había unos pescadores a lo lejos. Si me iba a hundir con el equipaje y la bici hubiera preferido hacerlo a solas. El piso arenoso era inestable y unos cangrejos chiquitos me tocaban aquí y allá los pies. Una garza mora pescaba más adentro. Cuando estuve con todas las cosas del otro lado salté de alegría e hice gestos de gol. Gran momento, como cuando bailo solo algún tema de Loveless encerrado en el living; si, todavía hago esas cosas. Cuando bajaba el volumen en alguna de las escenas se escuchaba una chica cantar. Al principio se confundía con el audio de la película. Yo estaba con auriculares. En la cocina Walter tenía la televisión encendida. Era una uruguaya de voz hermosa sola con su guitarra en un programa de trasnoche. Quién es le pregunté a Walter que no estaba mirando y le daba de comer a los gatos. Una loca me dijo. Walter es algo básico. Me levanté y miré. Tiene rulos y anteojos por si alguno la conoce y me quiere contar. Después cantó en inglés pero no me volví a levantar del sillón y me debo haber dormido. Hace unos meses dormí en un barco en el puerto de Corumbá. Llegué hasta allí después de dos días de navegación por el río Paraguay. Corumbá está en Brasil en la frontera con Bolivia, junto al río, junto al pantanal y al pie de un morro. El emplazamiento es algo muy especial. La ciudad es especial. Llegamos a eso de las cuatro de la tarde.

Era un carguero que llevaba algunos pasajeros. Había armado mi carpa en la cubierta y quería quedarme a bordo una noche más; como si me diera algo de miedo bajar; como si no estuviera preparado. El puerto es en verdad un embarcadero al pie de la ciudad a la que hay que subir por una calle empedrada entre casa viejas. Leía en la carpa ya de noche y escuché también una chica cantando. Una voz también hermosa pero no venía de una televisión sino de un bar allá arriba. Cantaba en castellano y yo creí que era una chica argentina pero tal vez me equivoqué y era uruguaya y tal vez era la chica que escuché ayer acá en La Paloma. Esas cosas pasan. La voz me hizo levantar y me llevó hacia la ciudad como el flautista de Hamelin. Caminé bajo los faroles y llegué a un bar con un cartel Noche de los Songwriters. Tenía que ser ahí. ¿Cuántos bares con songwriters puede haber en Corumbá?? Ya no había ninguna chica cantando. Había un pibe que lo hacía bastante bien hasta que patinó con los covers de Radiohead. Me pedí una cerveza y pregunté quién había estado cantando. Una chica brasileña se presentó y la elogié dudando que fuera ella. Ella terminaba de cantar pero en portugués. Después de mi cerveza y hacer tiempo volví al barco y sí, más tarde, escuché voces de una fiesta en alguna terraza y otra vez la voz de la chica que venía de otra parte. Ya nos veremos las caras pensé. Así las búsquedas. Siguiendo una voz lejana en una ciudad desconocida; al pie de un morro, junto a un río inmenso. Dj malhumor.

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