¡Por fin una peli definitivamente buena! Una que no es y bueno, no sé, muy moderna, muy experimental, podés amarla u odiarla. No: quien tenga un poquito de corazón y sentido del humor va a amarla. Cine noruego, puesto a mostrar las sutiles diferencias que separan a los noruegos de los suecos, algo dificilísimo de concebir para nosotros: ¿será una relación tipo Argentina – Chile? ¿O Argentina – Brasil? ¿O Estados Unidos – México? Al parecer, el punto es que unos manejan por la izquierda y otros por la derecha, que no comen lo mismo en Navidad, y que unos aportan científicos al concierto de las naciones mientras que los otros ponen los objetos de estudio. En este caso, los objetos del hilarante estudio son los hombres solteros y su conducta en la cocina. Un conjunto de hombrecitos prolijitos, parecidos a Natalio Ruiz con sus trajes y sus sombreritos grises, pero además con autitos y trailercitos todos iguales y haciendo juego con el paisaje, suecos ellos, llegan a un remoto y nevado pueblito de Noruega. Su misión allí es sentarse en un rincón de las cocinas de sus anfitriones en unas sillas altas, símil árbitros de tenis, y observarlo todo desde ahí arriba. Por supuesto, el observador no debe interactuar con el observado.
La película es tierna, cómica, y está muy bonitamente filmada; no faltan los planos donde el traje del protagonista hace juego con el auto, el trailer y el bosque de fondo. Se recomienda muy especialmente a los estudiantes de Metodología de cualquier disciplina. Y a los que quieran conocer la diferencia entre suecos y noruegos.