Desde chica viví maravillada por la increíble sensibilidad de Charly García, que le permitía, sin duda, anticiparse, ver más allá de lo que vemos los demás, y también aterrada por la posibilidad muy real de que algún día lograra por fin autodestruirse. Charly como una bola de energía sin manija. No quería quedarme sin tanta luz. Con los años se fue volviendo una luz negra, como esas de los boliches a los que ya no voy.
Hoy abro distraídamente el diario online y veo que está otra vez internado, otra vez por demoler hoteles, otra vez en Mendoza, ahí donde ya mostró el culo en escena y se tiró del noveno piso. Y encuentro este textual: «Según informó el director de comunicación del hospital, Luis Gil, García arribó al lugar ‘en visible estado de sobreexcitación, visiblemente descontrolado'».
No hay caso, la vanguardia es así.

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