Después de P’tit Quinquin y Ma Loute, nada de lo que hiciera Bruno Dumont podía parecerse a la austeridad de sus primeras películas. Y si bien sus obsesiones no han cambiado demasiado (los vínculos entre lo sagrado y lo profano, los límites de la humanidad, etc., etc.) su poética parece haberse vuelto tan desquiciada como sus personajes. En ese sentido, la idea de un musical sobre los primeros años de vida de Juana de Arco, antes de emprender su camino hacia la liberación de Francia, pareció una idea hasta casi normal.
Jeannette! abarca la infancia de Juana, desde que era una niña devota y enardecida por el asedio inglés, hasta cuando ya adolescente se determina a obedecer las voces de los santos y se ofrece a liderar el contraataque en el campo de batalla.
Sí, tal como seguramente han leído, las coreografías parecen poco ensayadas, y los cantos y bailes son en general torpes, amateurs. Las niñas blandiendo sus cabezas al son del hard rock de Igorr parece más la escena de un acto escolar que un musical propiamente dicho. Es verdad. Pero también hay una gran belleza allí y hacía allí va Dumont. En la relación entre el canto compenetrado y los berridos de las ovejas, entre los parlamentos solemnes y sagrados de Peguy y las bufonadas infantiles. En todo ese encuentro entre lo humano y lo sagrado hay una gran belleza, y se construye en cada decisión formal que toma la película. V.g., ninguno de los momentos musicales se representa con montaje cortado, de primeros planos y planos detalles, sino en planos enteros, que inscriben a Juana y a los demás entonando los versos sobre redención en la más pura fisicalidad campestre, puro suelo, arbusto, seguramente caca, y animales. Otra cuestión importante es la ausencia del doblaje; todo canto es sonido directo. Jeannette cantando los intrincados y solemnes versos de Peguy es ella misma, descalza sobre la tierra, entonando como puede algo que no tiene manera de entender mientras intenta encontrar un movimiento corporal acorde a la extraña música que el demente de su director le ha propuesto. Claramente Dumont se llevó el género musical de prepo (quizás engañado) para su terruño, tanto en sentido geográfico como artístico.
Definitivamente Jeannette! no es una película irónica o burlona, como a veces se sospecha de las películas de Dumont. Tampoco, quiero creer, hay una exaltación del mito de Juana, tan abrazado por la derecha francesa, necesitada de símbolos esencialistas de la francesitud, de lo que sostienen es su genuina identidad, blanca y católica. Sin embargo, aunque alguno quizás pueda ver en Jeannette! una burla hacia el mito, y otros un acto de amor y reafirmación, acá creemos que hay otra cosa. Los errores en las coreografías o los bloopers funcionan como recreos cómicos, pero también como marcas de representación, que enseñan que más que tratarse de un musical, Jeannette! es una película sobre un musical haciéndose, el testimonio de la representación devota que es producto de esa misma tierra que la alberga y de la que también se aleja elevándose hacia lo trascendental. Las terrenales, a veces temblorosas voces de las niñas, o la torpeza coreográfica de la(s) monja(s), la insolencia de las ovejas, el tío cayéndose al subirse al caballo, todo ayuda a marcar las lejanías y cercanías que se forjan entre la fragilidad humana y la grandiosidad de la salvación a la que ella misma aspira. Es en esa distancia donde Dumont halla un nuevo canal para su poética y para sus obsesiones.
Más de uno se desconcertará y se irritará ante lo que parece una película a medio hacer o totalmente fallida, pero los caminos del BAFICI también son insondables, señores, y más de uno también encontrará solaz en la imperfección de la fe. En cualquier caso, lo cierto es que Dumont siempre va hacia otro lado, y eso, en un panorama cada vez más formalmente conservador y timorato, se agradece en oración.
Aún resta una proyección, el próximo 20 de abril a las 13 horas en el Village Recoleta.