Iggy and The Stooges, Massacre y Los Natas (Pepsi Music, día 2)

0.1
Un chabón de casi 60 años caminando en cuatro patas con el culo al aire gritando que ahora quiere ser tu perro. Ese no es mi plan perfecto de viernes a la noche. Pero ahí estuve, viendo a este pendejo sexagenario y sintiendome un poco viejo.

1. «No se preocupen por la lluvia que las iguanas son anfibias»
Eso gritó Walas y el público respondió con más gritos. Mientras tanto, yo miraba la llovizna detrás del vidrio del 44, el primero de los dos colectivos que tenía que tomar para llegar a Obras. La radio estaba transmitiendo un recital de Massacre que quería ver, pero empezaba temprano y no iba a llegar ni para el último tema. «Habrá otra oportunidad» pensé, vengo pensando eso desde que casi fuí a verlos en un lugar del mugriento San Telmo de 1990 (el Arlequines, creo), tocaban con un grupo que se llamaba El lado salvaje, yo no tenía un mango esa noche así que al día siguiente le pregunté al Pibe Garrafa que sí había ido cómo había estado: «¡Están re-hippies!» me dijo y no contó mucho más.
Parece que siguen hippies.
Lamenté perderme a Massacre otra vez y lamenté perderme a Los Natas, pero no tanto. Los ví hace un año y medio, que por ahora es lo mismo que decir que los ví el mes pasado. El recuerdo de ese show es tan fuerte que no quiero escribirle encima. Es bueno saber que existen, y es bueno que exista Massacre también. Aunque no vaya a verlos ni tenga los discos.

2. Llegué esquivando charcos.
Y quejas de chetitas que les habían sacado el paraguas en la entrada. Esquivé también los puestos de venta de baratijas de rock nacional de dudosa calidad (algunos los llaman cidís). Me abrí paso entre boludos con celular que miraban al cielo y preguntaban «¿dónde estás?, ¿dónde estás?», la pregunta se iba haciendo mas mística y desesperada a medida que avanzaba hacia el escenario. Hasta tuve miedo de encontrarme haciéndome ese mismo interrogante, responderme y salir corriendo. Me abrí paso a los empujones, si hay algo que me gusta del rock de multitudes es correr a los empujones a esos niños ricos desnutridos que se hacen los chicos malos. Es inevitable, cuando yo era un joven esqueleto, los boludos grandes me pegaban topetazos y me hacían volar a mí y a mis anteojos y juraba venganza. Ahora que soy un boludo grande imagino que ese pendejo que sobreactúa una mirada extraviada es el hijo del guacho que me cagó medio recital de Nirvana con un codazo en la espalda.
Hoy estoy cabrón, sepanlo. Estoy solo en este recital que dá para el chiste fácil y la ironía letal, necesito a mis amigos al lado para comentar la noche, pero la mitad no vive en esta ciudad y la otra mitad no puede pagar la entrada.

2.006
Por poco mas de 20 dólares tenés un paquete de caos controlado, anarquía y ambiguedad sexual, todo envasado para consumo masivo.

3. Iggy Pop entra bailando como un trava.
Sacando pecho, rengo y encendido. Hace ese pasito dificil de imitar (cualquier gil imita a Jagger, probá hacerte un Iggy a ver si te sale), tiene los jeans abiertos sostenidos por la japi, «we are the fuckin’ Stooges» grita sabiendo que la palabra fucking todavía puede sonar muy punk para los espíritus sensibles, «Buenos fuckin’ Aires» agrega remarcando su punkitud, y bué…, que le vamos a cuestionar a este.

3.1 La imagen no los ayuda.
Si los Stooges fueran argentinos el bajista sería un diputado peronista del interior de convicciones flojas y en oferta, el guitarrista tendría una rotisería en Flores y le pondría carne picada en mal estado a las empanadas. El batero sería un taxista sexópata. ¿Y el cantante? Sería un fiscal del interior pasado de rosca que asesina a su hija.
La imagen ya no es nada.
Por suerte las pantallas muestran gigante lo que vemos chiquito, pero los grasas le ponen estrobos y fundidos berretas pensados para que flasheen los drogones que lo ven por tv. Módico flash.

3.2 Menos mal que vine.
La banda se las banca todas, disparan una atrás de otra sin moverse de sus sitios, total tienen al cantante reptil que atrae y captura todas las miradas.
Mike Watt parece contento.

3.69
«Mirá como se mueve, ¡no sabía que era tan bala el chabón!» se sorprende otro chabón que se cree muy machito. El amigo apura la seca y le dice «vamo a ver si podemo subir». Iggy está invitando a sus Iggytos al escenario. Los chabones que estaban al lado mío salieron a los pedos en busca del premio mayor de la noche, gritar un «No fun» al lado de la Iguana. En otra época lo hubiera intentado, pero si yo ahora salgo corriendo para el escenario me parece que voy a llegar para cuando toque New Order dentro de dos meses. Los pibes se suben de un salto y se sacan la remera y quedan en cueros como el antihéroe de la noche. Mientras una veintena de Iggytos rebota sobre el escenario, cada músico tiene un guardaespaldas adelante para alejar la euforia de la muchachada, no sea cosa que la guitarra toque una nota de menos, no sea cosa que algún jovencito manotee el ganso de la iguana, no sea cosa que tengamos que llamarlo La Lechiguana (¿Qué? ¿No vieron Nazareno Cruz y el lobo? Get a life chaval). La canción se hace larga y me aburro.

4.
Nunca voy a olvidar al Iggy del primer final, antes de los bises.
Los Stooges ya se habían retirado, dejando una guitarra haciendo un poquito de ruido (no mucho, que no son Sonic Youth, che), y la vieja Iguana se había quedado sola en el escenario saltando y moviéndose, como si la canción siguiera en su interior. Antes de irse rengueando para el costado, creo que intentó mirarnos uno por uno. Y se fue apagando en un fade out lentísimo.

Txt: Rodrigo Faisán
Foto: Prensa Pepsi Music

Rodrigo Faisán, otro ladri que se hace pasar por polémico analista de la contracultura argentina, militante de la corriente gasista radioactiva, CEO del sello discográfico Bost Art y panelista invitado de Majul cada vez que se habla de cultura rock. Es autor de los libros: Indietrónica y agua tónica: Revoluciones al pedo; Garcha (esta banda ya la vi); Ay no, yo sólo escucho Kraut Rock (memorias de eternos adolescentes); Personas en pedo, ensayos sobre cultura rock y El dúo Pastoral is playing at my house, my house. Todos publicados por la editorial Libros Encerrados y todos agotados.
Actualmente se encuentra trabajando en «Sho le vendí la primer pepa a Syd Barret», una investigación sobre la sicodelia en Argentina.

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