I wanna rock

En Rockland fuimos al cine. Para llegar navegamos entre las islas y pasamos una noche en Monhegan Island, una isla mar adentro cubierta por la niebla. Aquí empezó el viaje. Camino a Portland, en la madrugada, se acabó el viento, izamos las velas y nos tiramos a dormir a la deriva. La mañana siguiente nos despertó una ballena que se asomó en un océano liso como un espejo. Alegría. Fue la primera de muchas alegrías y ballenas. Y delfines. Antes el viento no nos había dejado llegar a Chappaquiddick. Fue una pena porque Pernice Brothers es una de mis bandas favoritas y Chappaquiddick Skyline es el nombre de un proyecto paralelo de Joe Pernice. Le escribí a César y le conté que estábamos en Maine. Me dijo que conoce Maine porque todo lo que pasa en la cabeza de Stephen King sucede en Maine. Así y todo nos jugamos la vida e hicimos dedo cuando desde Rockland nos fuimos a subir una colina que se veía desde muy lejos mientras estábamos en el mar. Subimos por el bosque hasta la cima y entonces pudimos ver de dónde veníamos y a dónde vamos. Se me están acabando las variantes para decir que un lugar es impresionante. El mar calmo y azul como de un planeta lejano es impresionante. Una ballena que entonces aparece es impresionante. Empecé a escribir una novela. Se llama Las Mayras. Mayra es un nombre para el que no lo sepa. Está old Mayra y new Mayra. Es una novela sobre la reversibilidad del tiempo. De como lo segundo puede ser lo primero. In a way. Buscamos a veces una sonrisa que una vez vimos y resulta que no se trata de esa sonrisa perdida, se trata de que más bien nos impulsa a encontrar otra cuando creíamos lo contrario. En Rockland hay un cine teatro donde en un mes va a tocar Cowboy Junkies. Es un cine abierto en 1923 y la mujer que cortó mi entrada me dijo: Puede proceder a disfrutar del programa. Yo creo que es la hija del fundador. La película es A holograma for a King, según la novela de Dave Eggers. He aquí un nudo. Resulta que Benedicto trabajó en esta película dirigida por el director alemán de Corre Lola Corre. Eso fue hace dos años y nunca la vio. Y resulta que nos ponemos a caminar por el centro del pueblo como dos extraterrestres recién bajados de la nave y nos encontramos la película en la marquesina del viejo (nuevo) teatro. Nos quedamos un día extra para verla, claro. Y porque conozco tres personas con el apellido Eggers. Los nombres son importantes. Está Dave Eggers, el escritor que me presentó Pablo y que ante todo debe ser una muy buena persona y muy copada. Después está Conrado Eggers que es un leyenda del platonismo sudamericano y a quién tuve de profesor. Y después está Tina que vivió en Boedo cuando todos éramos felices. O eso creía. La película con Tom Hanks es extraña. Es la clase de película que solo vemos en micros de larga distancia. Terminamos la noche en un bar de borrachos donde como en las películas (todo aquí es como en las películas) un tipo grandote pagó una ronda de una gelatina shot para todo el mundo. Comer gelatina con una clase de alcohol no identificado es la cosa más de borracho que hice en mi vida. Aparte de tomar alcohol puro con jugo de limón en el Pantanal. Pero eso lo supe después. Hasta ahora todo es muy placentero y tranquilo. Sin embargo Benedicto sigue preparando el barco para soportar una ola gigante que va a tratar de engullirnos. New Mayra dice que esa gran ola es mi miedo a los sentimientos. Continuará.

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