Santa Victoria. Anoche vi Beautiful Boy. Me vi, me quise ver, todos fuimos un niño hermoso. También vi el anverso. El niños cascarrabias que nunca dejamos de ser. Estoy bajo dos mantas y con mi campera de plumas puesta. ¡Hace frío! El sol entra por la ventana de la pieza. En este pueblo no hay hosterías, mucho menos hoteles, hay una señora que tiene unas piezas. Desde el balcón una gran vista de las montañas enfrente, el río y el cementerio. Es el sonido del río también, aparte de tantas otras cosas, lo que hace a este lugar especial. Apenas llegué a la plaza lo encontré a Juan sentado frente a una mesita y unos papeles. Vestido con esa elegancia que hace sospechar. Polera, sweter y saco. Vino de Jujuy a vender autos. Resultó muy simpático. Me indicó el alojamiento y un comedor. Nos cruzamos varias veces más al día y comimos también juntos en lo de doña Dominga. Anoche soñé profusamente. Me asomé a ver la galaxia varias veces y escuché los perros. Juan tiene un compañero y entre otras cosas contó que al venir de noche casi atropellan un puma que cruzó el camino de un salto. Por la mañana mientras preparaba mis cosas se acercó Aurelio y su mamá coya. Ahora, mientras leo este diario, se que Coya quiere decir reina en quechua. Lo sabia y no lo sabía. Les gustaba, a Aurelio y su mamá, ver mi equipo y yo también me sorprendía mientras lo mostraba. Todo lo que necesito para sobrevivir la puna y sus temperaturas heladas en dos alforjas. Apenas apareció el sol sobre los cerros se puso hermoso. Bajé al río, subí (siempre cuesta) y comencé a faldear hasta el abra. En un punto vi el colchón de nubes del otro lado y en cuanto me acerqué el frío me golpeó en el cuerpo. La humedad no es un cuento. Pasé unos kilómetros de neblina hasta que apareció el paisaje y el río verde bastante caudaloso bajando en muchos brazos. Un verdadero río. Un valle mucho más fértil que los anteriores con bastantes chacras y árboles. Espanté algunas bandadas de jilqueritos y cotorras. Desde aquí son tres horas y media de auto hasta La Quiaca que es la metrópoli, la ciudad más próxima. Mayra se va a Mendoza con dos de sus hijos. Sentado en un banco al sol conseguí hablar con papá. Es su cumpleaños. Hablamos del partido y me pidió que esta noche brinde por él. Estoy en el borde de las yungas. A menos de treinta kilómetros en líneas recta está Los Toldos y el Parque nacional Baritu. La morada del Yaguar. Voy a volver para llegar caminando desde aquí. Es una promesa. Se fue la luz. Suenan las campanas de la iglesia. En la montaña una luz baja lentamente descubriendo un camino. Mojave 3. Entres las noticias me llegaron unas muestras de fotos de la maratón de Rosario. Le sacan fotos a todos los corredores. Como todo en estos días hacemos cosas para aparecer en una foto. Siempre es una decepción. No importa cuan bien corra o entrene. No parezco un atleta, parezco un ratón de biblioteca haciendo de un atleta. La niebla se disipó, el cielo se puso azul pero el frío se quedó. No me quejo, digo. Cumpliendo los deseos de papá abrí un vino y brindé por él. Hay momentos, viendo una película, leyendo un libro donde veo con claridad que nunca me he animado a escribir de verdad. Es decir salir del camino. Lo que poco a poco sí fui haciendo en la montaña creando mi propio sendero sin seguir el de otros. Me fui de Nazareno al otro día porque no encontré una habitación con buena vista. Y porque a la mañana dos albañiles empezaron a darle a la maza en el pasillo de abajo. A veces pierdo la noción del tiempo cuando digo ¨es cerca, dos días en bici nada más¨. Trabajé duro para eso. Un concierto de perros dice adiós al día. Vuelvo a brindar por papá. Aparece otra luz en la montaña oscura. ¿quién será el tipo que va subiendo ahí arriba con este frío? Una canción más y voy a comer. Juan me recomendó un lugar de milanesas gigantes. The National, I´m easy to find.
6 de julio. Me vengo a escuchar el rumor del río. Esta mañana me levanté a las diez por primera vez en días. Me gusta disfrutar la noche y me gusta disfrutar la mañana levantarme tan tarde me descoloca un poco. Bajé a desayunar, el comedor de doña Dominga está en la parte de atrás de su negocio. Almacén y tienda. Vende también nafta. Ayer a la tarde cuando bajé había una fila de varias chatas en la calle angosta. En el comedor había dos changos tomando una cerveza Quilmes. La Stella de acá. Me fui a leer a la plaza. Ayer antes de dormir leí Bonsai de Alejandro Zambra y comencé Formas de volver a casa (en estos días leí también el experimento hermoso Facsímil). Tiene una escritura ligera y punzante, la combinación justa. Unos cóndores planean allá enfrente. Pasaron seis vacas por la plaza y atrás un tipo las arreaba con una motito. Mucho más abajo unos Jotes. Para los que no los conocen los Jotes son buitres. A la hora de la siesta vi un documental tremendo, La banda de Lobos. Cinco hermanos viviendo como el niño lobo Kaspar Hauser pero en Manhattan. Todo según la idea de su padre, del que vemos imágenes pero que hasta el final apenas escuchamos hablar. Y nos quedamos sabiendo muy poco. Es de origen latino, se llama Oscar Angulo y es una mezcla entre el brujo Don Juan y Nestor. De una manera algo siniestra. Como cuando Nestor me dice que Angelito era muy bueno para el futbol pero yo no quise que sea jugador para no entorpecer su crecimiento espiritual. Angelito es hoy un obrero en Miami. Desde hace unos años descubrió por fin la Ayahuasca y a ella se encomendó. Nestor se jacta de que él nunca lo indujo, al contrario, Angelito le pregunta hoy cómo es que no le contó antes. Y siempre cuenta la anécdota, yo creía que el viejo andaba en la falopa. Es un documental sobre las personalidades carismáticas, los iluminados y sus víctimas. Ayer Juan, el vendedor de autos, antes de irse para La Quiaca le pedía a Dominga que le haga una boleta abultada para pasar a la empresa. Lo hacía así, adelante de todo el mundo, porque todos sabemos que está bien robarles a las empresas. Dominga cumplía algo avergonzada. Está bien ponga un poco menos le dijo Juan que no era zonzo y se dio cuenta. Cuando volví de Buenos Aires me quedé dos noches en Maimará. Volviéndome a adaptar al buen aire y descansar del esfuerzo de la maratón. Leí un libro hermoso, El Antologista de Nicholson Baker. Inmediatamente me hizo pensar en Gabriela y su teoría que compartíamos como un secreto: el pop inglés, los Beatles en especial, se remonta a la balada inglesa medieval y aún más, siguiendo la teoría de esta novela hermosa, al lenguaje inglés mismo. Por eso el pop es eminentemente en inglés. Lleva, como la poesía misma, el ritmo en su gramática. Imaginen una novela ligera cuyo centro es una teoría acerca del corazón de la métrica de la poesía inglesa. Me quedé una noche extra para terminar de leerla (y para escribir un artículo para Ñ). Hace años que no se nada de ella pero debería avisarle que tenía razón. Hay una realidad paralela en la que Gabriela y yo seguimos y desarrollamos esta teoría mezclada con nuestra propia vida que tomó caminos diferentes. Gabriela estudiaba composición musical, es cantante y se metió en Filosofía porque sintió que le faltaba algo. La misma razón por la que yo entré en Puan y allí nos encontramos hace miles de años. Ella me hizo conocer a Debussy (lo conocía claro, pero no) y yo a Los Beatles, Oasis y Yo la Tengo. Ella siguió sola. Ella siguió sin mi digo, en ese universo paralelo que era el suyo. Que absurdo que alguien se llame a sí mismo poeta. Valdría lo mismo para el filósofo, el actor e incluso el músico. Ni siquiera un cazador se llamaría a si mismo cazador. Cazo para comer. Escribo eventualmente poesía porque lo necesito de algún u otro modo. Que cosa que nos obliguen a responder preguntas mal formuladas. Wittgenstein está en todas partes. Hablé con la tía Cristi que me hizo una confesión: estoy desorientada. No le conté de cuándo pedaleaba por el salar y sentí a la tía Ali que me empujaba y me miraba. Como Shackleton en la Antártida. Bajé al comedor a ver el partido. Me gusta ver partidos cuando estoy de viaje, son marcas, mojones. Los puedo comentar con mi viejo y mis amigos después, me anclan a la realidad común.
Me quedo hipnotizado mirando la luz de un auto en la montaña oscura. Otra vez.
7 de julio. Ya en la carpa y dentro de mi bolsa. Dejé la entrada abierta y veo hacia afuera. El camino que sube. A mis espaldas una gran peña y detrás el cerro Campanario. Un macizo cónico que corona la cima. Me cuesta escribir, hace frío, está para guantes. Escucho Starflyer 59 y una canción del último disco que me acompañó desde la mañana: Remind me. Que extraña esta banda (de un solo hombre) que me haya acompañado tanto y sea tan desconocida. Y que para mí sean un hit trás otro. Un ascenso ininterrumpido de más de 30 km y 1900 metros de desnivel. Por momentos fue duro, siento la altura. Crucé dos camionetas y una casi me atropella (nunca estuve tan cerca de que me aplastaran). Fue hace un rato, un km antes de que hiciera el campamento. De hecho la había visto venir bajando a unos km. Cuando la escuché cerca, en una curva, me tiré todo lo que pude contra mi costado dejándole lugar. Pero cuando apareció lo hizo de mi lado y por centímetros no me atropelló. Anoche soñé con Mariano y con Gianni. El me decía que todavía no le había pagado el viaje. Dejé Santa Victoria por otro valle y otro río. Subí y subi. En un momento el camino iba paralelo al desfiladero del río lo que hacía la pendiente fuerte. Paré a almorzar junto a un árbol. La camioneta que no me pisó pertenecía a la municipalidad. Manejaba un gordo come asados mascando coca a más no poder. Los crucé de ida y vuelta. Paró las dos veces e intercambiamos palabras. Se ofreció a llevarme también. En la mañana en el pueblo había varios hombres en la vereda ya copeteados. Quizás desde anoche. Entre ellos un candidato a intendente que saludaba y pedía que lo votaran. El día ha sido sereno y sin una nube. Caliente cuando salió el sol. Perdí mucha sal y lo sentí. Encontré mi gorro que creía perdido y me puse contento. No hay más novedades.
Mientras leía los diarios de Cheever cambió la luz y de a poco comenzó a entrar el resplandor de la luna. Me quedé escuchando Shock Me, la canción de Kiss en versión Red House Painters en un estado de duermevela.