Halifax es un nombre que mí me suena bien. Digamos también que puede ser que haya estado enamorado de una pelirroja de Halifax alguna vez. La conocí en Montreal. Era la conocida de unos conocidos de la Patagonia que había conocido en otro viaje. Una vez que empiezo puedo continuar enumerando esta cadena infinita de conocidos y amigos que algún día me llevará a la luna. Por su amor a Buenos Aires y la Argentina es que vino hasta la casa donde estaba viviendo en Montreal. Yo la invité a ver a Arcade Fire (o tal vez Her Space Holiday o Lali Puna o the late Jason Molina ) pero ella quería ir a bailar tango. El desencuentro de nuestras respectivas fantasías. Así que ahí terminó lo nuestro. Hay muchas milongas en Montreal y en verdad estuve a punto de acompañarla pero ella me dijo: si no sabés bailar no podés venir y yo contesté con la verdad. Fue una noche de mucho auto reproche como se pueden imaginar. Decir amor es demasiado, es un decir. Digamos que estuve bajo su hechizo por unos cuantos días. Tomamos unas cervezas y comimos melón. En esa época tenía poca plata y bastante imaginación. Sigo teniendo poca plata. Pero como Roberto Carlos tengo un millón de buenos amigos. A la riqueza se la puede tener acumulada y entonces uno se siente arriba desesperado para que no se escape como ese Pato de las historietas o se la tiene repartida por el mundo bajo otras formas misteriosas.
La colorada era muy divertida y flaca. Sus labios y su mirada eran los labios y la mirada algo extraviada de Lorena (no Halifax, Ramos Mejía) por la que sí había perdido la cabeza alguna otra vez todavía más lejana. Esa es otra cadena de rasgos y gestos minúsculos que me hipnotizan y que alguna vez me llevarán a Marte o algún otro planeta. Como el disco de Adem, Love & Other Planets.
No bailo tango (la pregunta que más veces me han hecho en mi vida de filósofo ¿se puede creer tanta educación desperdiciada?) pero muchos años después en la terraza de Boedo bajo la mirada atónita de mis amigos conquisté a una hermosa lacaniana bailando salsa. Santiago, están pasando la música que quieren me dijo Pablo, es tu cumpleaños, hacé algo. Seguí bailando, claro. Otro decir. En verdad a la salsa ni hay que bailarla. Hay que pretender que se quiere aprender. Lo dijo Faulkner, 1 % de talento y el resto de trabajo. La lacaniana tenía la sonrisa de Natalie Portman. Así y todo, con esa sonrisa digo, como yo ya bien sabía y como bien dijo Michel Houellebecq tenía un corazón tan despiadado como toda lacaniana que se precie de tal.
En unos días voy a llegar a Halifax navegando. Me trajo aquí otra cadena de casualidades que me llevará a quién sabe qué galaxia.