Las primeras lluvias se están haciendo desear. Por ahora llega solo el viento. Hay puntos de fuego por todo el territorio. Los vi después desde el avión, parecen minúsculos desde el cielo aunque sé que no. Me contaron distintas teorías. Renovar las pasturas, invocar la lluvia con el fuego, tapar el sol con el humo, malicia. No llegan las lluvias pero sí las nubes como catedrales. El avión navega entre ellas. Se abren claros a veces y en otros casos las cimas emergen como en el sur las cimas de piedras emergen desde el hielo. Es majestuoso. Nos acostumbramos a todo, incluso a lo extraordinario. La mayoría de los pasajeros están todos en otra cosa. Hay recuerdos de películas que quedan grabados. Están las escenas clásicas que son el recuerdo de todos y están otras escenas más personales. En una película distópica de un director danés de Dogma, Sean Penn le hablaba a una grabadora y hacía un reporte sobre el estado actual del mundo. Estaba en un vuelo que no podía aterrizar porque el mundo en efecto se había convertido en un caos. El lo contemplaba con una distancia emocional absoluta. Grababa su reporte en una grabadora como el agente de Cooper de Twin Peaks. No había ninguna ansiedad porque el combustible se fuera a acabar. El avión era una máquina de movimiento perpetuo que flotaba entre las nubes como ahora mi avión yendo hacia Lima luego de 5 meses en la región de Cusco. Cuando escribo el recuerdo de la escena empiezo a dudar de su veracidad, cosa que no importa en lo más mínimo. Aquí estoy como Sean Penn haciendo mi reporte del estado del mundo. Miro hacia atrás y allí estoy llegando pero desde La Paz. Una noche alucinada en el hotel y el bus a la frontera la mañana siguiente. Cinco, seis meses atrás en un momento en que todavía reinaba la pandemia. Ahora es el fuego y la guerra en Ucrania que también se va apagando. Me escribe Ben: Santiago, el barco quedó en La Coruña, una gran depresión constante en el Atlántico ya no nos deja bajar como habíamos planeado así que aquí terminamos por ahora. Esta es la propuesta para lo que sigue: marzo del año que viene te consigues una bicicleta y subes por las montañas de Portugal como hace tanto tiempo planeas y nos encontramos allí a fin de abril. Bajamos con el velero y entramos por Gibraltar al Mediterráneo: Baleares, Argelia, Túnez, Sicilia, Stromboli e Islas eólicas. Llegaremos al comienzo del verano a Napoli. Al acercarnos a Lima se ve la masa espesa de nubes bajas que cubre constantemente la costa peruana a esa altura. Unos kilómetros más adentro el océano brilla y el sol que se refleja en el agua encandila y sin embargo Lima vive bajo un cielo gris constante. Como es constante en el trópico la horas de luz a lo largo del año. Doce horas de luz, doce horas de oscuridad. Pronto va a ser de noche.
Una oscuridad profunda salpicada de luces distantes. Qué sería de nosotros sin las noches. En un momento el amanecer, la gran línea roja que avanza y hacia atrás la noche que se puede ver.
6 de mayo Cuzco. Lima Lima Lima. Arequipa Arequipa Arequipa. Los gritos de los vendedores en la terminal. Acá todo se anuncia. En los bondis va uno colgado, muchas veces chicas, gritando las destinaciones. Dormí todo el viaje desde Puno. Escuchaba a mi lado a las cholas pelearse con el chofer. Llevaban tanto equipaje como para hacer una mudanza y no querían pagar extra. Saben moverse, son muy insistentes también. Tienen algo de gitanas, son pillas. Anduve como gringo paseando por el lago y las islas. Tan turísticas como lo esperaba, hermosas y notables también. El regreso al atardecer fastuoso. Suscite el interés de una chica linda y formal austriaca nacida en Hong Kong. Parecida a Silvina que me escribió hace poco para nunca contestar. Tal vez era ella. Al llegar a la terminal me sumé a los cincos pibes brasileños. Un turista más pagando de más y dejándome llevar. Fue una tarde perfecta. Después vi los últimos 5 minutos de River. Los pibes me invitaron a cenar con ellos y rápido me estaban llamando Santiago. Santiago aquí, Santiago allá. Hay muchos brasileños que pueden ser las personas más amables y dulces del mundo. Después los dejé ir.
Al llegar a la terminal de Cusco muy temprano otro chico joven vestido algo formal dijo las palabras que necesitaba: tengo un café con wifi. Y aquí me instalé. Ya es de día afuera. Llegué a ver la primera luz, siempre impresionante, uno debería estar allí siempre. El pibe se maneja muy sereno, tranquilo va y viene controlando su local. Principalmente gringos como yo pero hay algunos peruanos también y todo un grupo de africanos. Escucho Sam Amidon y Mz Wofl y otros songwriters folks y melancólicos. Me espera la casa vacía. Los pisos de parquet como de antes, la bolsa de dormir tirada en un rincón, las zapatillas y el bolso. ¿Qué más? Paso del shock a la sorpresa de cómo las cosas se van acomodando. La altura me abomba. Salí a caminar después de una siesta con sueños complejos. Comí muy bien, una trucha con verduras, gracias a que confundí los precios del pizarrón. Es un barrio muy tranquilo. Un triángulo sereno en una ciudad ruidosa al que delimitan unas calles principales que pasan en altura. Una ciudad hecha de desniveles. Una canción hipnótica, El encuentro de las aguas de Fionn Regan. Todavía no lo sé pero va a ser mi mantra. Tantas veces pensé en ellos y no tuve palabras. Los ríos que se encuentran, el río que llega al mar.
Lo abierto.
La pareja de chimangos que vive en el gran árbol del fondo empezó a gritar. Un gavilán mixto se había alojado en su árbol. Un tordo hace su nido en el hueco de un árbol seco. Más allá un carpintero martilla. Una pareja de garzas posadas sobre el molino. La seca ha movido a las aves.
Termino de leer el libro que me acompañó estos meses: fuentes, corrientes, icebergs. Todas las metáforas del agua aquí en los Andes rodeado de montañas.