Si vos sos como yo y estás podrido de ver películas sobre nazis, esta peli del danés Ole Christian Madsen quizás te interese. En parte porque no es sobre nazis, sino sobre lo que se hizo con ellos. Flame y Citrón se inscribe dentro del tipo de películas que miran más
qué hicieron los buenos con los malos que lo que hicieron los malos, tal como hiciera “Black Book”, del inefable Paul Verhoeven.
Los protagonistas del título, Flame y Citrón, son dos héroes de la resistencia danesa durante la ocupación nazi. Ídolos de grandes y chicos, y figuritas repetidas en los manuales escolares de Dinamarca, ellos son dos agentes secretos contra los nazis, que tienen como misión aniquilar la mayor cantidad posible de daneses colaboracionistas. Todo va bien: muertes, alcohol y sexo, pero después las cosas se complican y los que parecían amigos al final son enemigos y viceversa.
La película tiene aciertos y defectos (como vos y como yo). Por un lado, siempre es saludable (hola, ¿qué tal?) el gesto audaz de discutir los mitos fundacionales de una nación. Por otro lado, la película no termina de decidir qué hacer, como diría el pelado de Simbirsk, respecto al tono que quiere tener, entonces se contradice y pierde fuerza. O sea, dejame que te explico. En la película mal-coexisten un realismo seco (que parecería ser lo que una desmitificación requiere) y una estilización extremadamente deudora del cine negro, que contamina ese realismo con un abuso de algunos elementos del noirismo. Entonces tenemos mucho jazz, mucho bar, mucha noche, mucha femme fatale que juega a dos puntas y sí, héroes perturbados que hacen sus propias reglas y viven en un mundo oscurísimo. No está mal darle un toque noir a una historia real, pero
en Flame y Citrón se fuerza a un punto tal que parece más una parodia de ese cine que una revisión sobre la resistencia. Esta contradicción e indefinición se prolonga por casi toda la película y le hace perder fuerza. Sobre el final, da la sensación de que el realismo se evapora, el noirismo se flexibiliza y la leyenda termina absorbiéndolo todo, pero de la peor manera. Vencen los clichés narrativos y las dicotomías gastadas (pasiones individuales versus necesidades colectivas; pragmatismo versus moral; el fin que justifica los medios versus los medios que justifican el fin). La película se hace cada vez más larga y menos interesante. Pasan unas cosas y termina. Seh, no está buena. Ya te dije.
Ahora Olé Christian Madsen está filmando “Superclásico” en la Argentina, una película sobre un jugador de Boca (interpretado por Sebastián Estevanez) que se enamora de su representante danesa. Solamente el tiempo dirá si Madsen sigue el camino de la mediocridad (tal como lo hace la selección danesa actual) o si se encamina en la senda vistosa y disfrutable de la Dinamarca guiada, en tiempos más benévolos, por los hermanos Laudrup.
Juan Upma
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Unite a la Charlalarga vida a ti, deejay!