El halcón en la lluvia

Me pongo a ver la estrellas las más de las veces cuando salgo a mear a mitad de la noche. Para ello tengo que ir en contra de la inercia del dormir y la fatiga. Me encanta dormir, me encanta estar despierto. La inercia nos tira contra el piso, la gravedad será. No me quiero poner llorón pero es así. Queremos descansar, sacarnos el estrés. El concepto que más daño le ha hecho a la vida en los últimos 50 años. Todo el mundo anda con estrés. El estrés de trabajar o no tener trabajo; de sostener un amor o de querer encontrarlo; el estrés del fracaso y el estrés del éxito. Terrible. Somos varias generaciones ya de spoiled kids. Las estrellas brillan. Estoy viviendo en una casa rodante. Parezco un reventado de esos que cocina metanfetamina en un trailer. Me río. No, no soy un reventado. No puedo estar más feliz (sí puedo). Volví de mear al trailer bajo la noche estrellada y no pude seguir durmiendo. Puse en repeat Snow in April, la última canción de Adem (otro de nuestros secretos) y continué con Ozick. En un momento el despertar de los pájaros sustituyó la música. Una gran virtud de esta canción que se deja llevar por los sonidos del bosque. El canto de los pájaros (que terrible vaguedad) es siempre con eco. Los silbidos se sostienen en el tiempo, dan consistencia. Una vibración. Antonio que es músico lo diría (y sentiría) mucho mejor. Antonio es músico, piensa y siente como tal aunque debe ser bastante pata dura tocando cualquier cosa. No importa. Tiene la actitud. El siempre me ha hecho notar que se trata de la vibración. Que no es ninguna mierda new age aunque suene así. Nunca escuchamos. Me despertó mi cuñado a esos de las ocho para que salgamos a correr. Estaba abombado por la noche desvelada pero salimos así nomás y contentos. Cada mañana temprano es como el amanecer del mundo. No hay nada que no se arregle con unas horas de sueño, nada que no termine cuando cae la noche. Primero al costado de la ruta vacía y después por el camino de ripio que lleva al centro de ski que en verano parece un circo abandonado. Nos siguieron tres perros que andaban de parranda. Cruzamos unas vacas y se pusieron a correr a los terneros muertos de pánico (miedo es poco) jugando a los lobos. Pasamos las aerosillas vacías y nos metimos en el bosque.

En el bosque un aguilucho voló esquivando las ramas como un cazabombardero. Sonreí mientras corría como sonreí el otro día cuando abrí el libro y leí el nombre de la colección de poemas: El halcón en la lluvia. En el último tiempo recopilé libros que me llegan como mensajes. Recomendaciones lejanas, reminiscencias de palabras escuchadas, intuiciones vagas. En mi computadora los selected poems de un tal Ted Hughes (tal vez un día no muy lejano seremos amigos). Alguien ya estuvo por estos bosques me digo. Los barrancos son profundos y bajamos y subimos cruzando arroyos. La despreocupación.

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