El Ciervo Rojo

Volví a mi casa, creo que de Uruguay, con el siguiente descubrimiento: había sido criado por cuatro mujeres. Fue en la terraza de Boedo que se lo dije a las dos Carolinas. ¨No hace falta que lo digas Santiago; se nota Santiago, se nota¨ dijo la Carolina de Emilio. Mi Carolina, a esta altura, ya no sabía qué pensar. Era una noche fresca de primavera. Mis padres, con menos de 25 años, se casaron y se fueron a vivir a casa de mi abuela junto con las dos hermanas de mi viejo; una menor y otra apenas mayor. Con mi madre hacían cuatro; el primer nieto y sobrino de la familia. Mi abuelo se había fugado a la Patagonia con una vecina y empleada en la fábrica dónde trabajaba. Hombre de honor a su manera Don Carlos. Mi padre había conseguido un trabajo cerca de Bahía Blanca así que las cuatro mujeres me tenían de juguete. Nunca planché en mi vida; nunca cociné zapallitos y no me sé coser un botón. En compensación leí un montón de libros. Una vez hice que una alemana, que subió sola al Aconcagua, que era fiscal en causas penales y era la independencia misma, me cosiera un botón. La alemana se compadecía de mi torpeza y mientras zurcía se repetía que jamás pensó que algún día haría algo así. Al respecto I´m a natural. Llega un momento en que la chica me pregunta: ¿pero es verdad que no cocinás? Comparado con otros inútiles mayores puedo preparar buenas ensaladas; puedo hacer pollo al horno, puedo hacer pasta con brócoli y hasta hago asados decentes. Aunque me encantan las chicas parrilleras. Néstor me llamó desde La Paloma y me dijo que me escuchaba más maduro. Me volvió a llamar para agradecerme que le haya hablado con honestidad. ¨Sos un viejo retrógrado y engreído¨ le había dicho. Ayer me agarró la noche en el camino. Después de armar la carpa me quedé adormecido apoyado en una tranquera y mirando el cielo. Antes sentí ruido y un animal grande volvió al monte. Supongo que un jabalí. Durante la noche escuché bramidos intensos de ciervos en celo retumbando en todo el valle. En sueños, la sombra oscura del jabalí se convirtió en una pantera. La mañana siguiente vi una manada gigante de ciervos saltando alambrados en uno de los momentos más National Geographic de mi vida. Crucé un río con el puente caído y desde una pampa vi el volcán solo e imponente.

Dj malhumor.

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1 Lectores Comentaron

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  1. sil on 23 mayo, 2015
    No se q tendran q ver los ciervos c el boton, pero te leo desde alemania y es verdad, lograr q una germana te cosa un boton no es poca cosa ;)

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