El árbol y el camino es el nombre de un libro de Michel Tournier que durante muchos años fue mi escritor de cabecera, que guiaba mis días sin saberlo (él claro, pero yo tampoco). Después lo fui olvidando, o tal vez habitó definitivamente en mí y sus palabras y memorias pasaron a ser propias. Viernes o los Limbos del Pacifico fue de los pocos libros que leí más de una vez y que regalé muchas más (El otro debe haber sido G de John Berger). Supongo que con ese libro empecé a pensar que podía convertirme en otro, que á nuestra manera todos podemos ser Robinson Crusoe. Después fue el Rey de los Alisos y muchos libritos que eran colecciones de ensayos, gentiles divagaciones controladas como toda su prosa, llena de sugerencias y jamás de directivas. Hay una frase de él (en verdad es una cita de un escritor francés no tan conocido del siglo XIX)que dice algo como Soy una persona para la que el mundo exterior existe. Fascinado tanto por una piedra, un pájaro o una idea le gustaba juntarlas de a pares contrarios y complementarios. Nómade/sedentario; Fiel/Infiel; los escritores que pueden inventar todo desde su escritorio, los que necesitan recorrer el mundo, las tabernas y los bazares. Gracias a él leí a otros autores que él me recomendaba, en especial en una colección de ensayos sobre lecturas titulado algo así como el vuelo del vampiro. De ahí la idea que aquellos que leemos, escuchamos y vemos con pasíon nos apropiamos de la sangre que esa materia nos brinda. Seguramente ahora recorro ciertos parajes guiado por sus ojos. Eso explica la extraña y hermosa sensación de yo debo haber estado aquí y aquí me siento en casa.
Dj malhumor.