Esa noche el viento comenzó a soplar como una turbina. La estructura del domo temblaba y era castigada por la arenisca, parecía que íbamos a despegar. A un costado Pedro dormía extenuado, Mayra soñaba que volaba. Yo también. Un día extenso que comenzó caminando bajo las estrellas, el amanecer absoluto, las trepadas y el vértigo. Al regresar Jonny y Nacho se fueron y fue un alivio. Cuando algunas energías desaparecen se sabe por fin que estuvieron allí. Estuvimos con Mayra varias horas sentados en una piedra a trescientos metros de la cumbre esperando que los otros volvieran. La suerte. Conversamos como si fuéramos los últimos habitantes del planeta. Esquivábamos el pánico y de a ratos una racha de viento nos volvía a esa situación absurda.

Dos semanas después me encontré con el Santi que pasaba en bici en su nube de preocupaciones y fantasías. Lo dejé pasar y me vi alejarme. Estaba contento cuando sentí que había penetrado el desierto, cuando sentí que veía diferencias donde antes era la pura repetición de lo mismo. Comprender lo incomprensible, hacer que la pared por fin escuche. Llamamos desierto a todo lo que no entendemos. Hay varios ranchos y molinos, animales, bosque seco y aguadas, seguimos diciendo que no hay nada.

Boedo. Después de entrenar di un paseo por la ciudad. El centro con poca gente y muy iluminado. Colombianos y venezolanos viendo el partido en un bar. Paré un par de horas para cenar e intentaron robarme la bicicleta. Tenía doble cadena y aguantó. Antes de salir mientras esperaba la hora leí un poco de Knausgaard. No es nada excepcional pero no se puede parar como con la coca cola cuando se empieza. En la mesa de luz la última novela (quizás la única) de Hector Bianco. Ya pasada de moda, un estadio del escritor y de la literatura. En el Kindle las confesiones de una asesina por Daniel Defoe. En la computadora Mindhunter. Volví por las calles vacías. En los bares sin gente Argentina goleaba a México. Nadie se entera, casi que no sucede. Tuve un sueño extraño. Continuación de los sueños del Sur. Me peleaba con mi cuñado. No era una verdadera pelea, más bien como una mala contestación. Cuando ayer terminamos el entrenamiento hicimos ese último kilómetro para estirarnos y en una parte de la reserva se sintió claro y distinto el grito de una lechuza.

Me desperté de madrugada con un fuerte dolor en la garganta. Me preparé un té de jengibre y continué de ver A short film about killing de Kieslovski. La había empezado a ver anoche después de salir a correr con un fuerte viento que hacía volar el polvo de ladrillo de la pista en remolinos. Tuve un presentimiento que ya había visto la película muchos años atrás en la Lugones en una retrospectiva. Presentimiento es otro nombre para la mala memoria. El recuerdo es muy vago, como fragmentos de un sueños o de otra vida. La película y esa sensación de corte (por la muerte, por el hecho de que ambos protagonistas mueren ahorcados y con su cuello cortado) me hicieron volver a ver los acontecimientos recientes con mi hermano y con mi madre. Pude vislumbrar el profundo dolor que ambos padecen a pesar del dolor que ellos mismos infligen a los demás. La película hizo saltar todas mis certezas. Dinamitar mis razones. Me volvieron imágenes también de este fin de semana extraño y hermoso. Con ese regreso de la fiesta en una ruta con niebla en escenas directas de Carretera Perdida. Me llegó un mensaje de Ben con una propuesta de un viaje por el Mar de China, Japón, Filipinas, Rusia y Canadá. No me queda claro si piensa que es posible cruzar el Ártico. No se qué planea simplemente lo sigo. Todo el fin de semana se vuelve un sueño que tal vez comenzó con ese extraño episodio cuando desapareció la cadena (pero no la bicicleta) que dejé atada a un poste mientras hacia compras por la Avenida Belgrano. El domingo por la noche tuve otro sueño inaudito. Era una idea y una situación. Triste. Carolina estaba embarazada de un chino y alguien, una especie de organización, trataba de ocultarlo.

Algunas noches abríamos una botella de vino y nos poníamos a ver videos. Bjork y Daft Punk eran nuestros favoritos. Otras veces nos moríamos de risa con Robot Chicken. Había un personaje de una nena hiperkinética que era igual a Carolina y ella se reconocía y se reía mucho. En verdad no se parecía en nada salvo en ese desenfreno. «No puedo parar». Carolina a veces se comportaba como alguien que bajaba esquiando a toda velocidad y no supiera en efecto como detenerse.

Como de costumbre cuando regreso de un viaje o estoy cerca de una carrera me enfermo. Paso la semana leyendo y viendo películas solo saliendo para entrenar y regresar como un zorro que sale de su cueva para buscar comida

Hablé con Ben. Estaba pasando unas semanas en Grecia con su familia suiza. En enero tiene el plan de bajar a Gambia con Detlef, ese rey en su castillo. Anoche fui a entrenar todavía enfermo, muy abrigado y envuelto en mi propio medio ambiente. Algo afiebrado tal vez. Al volver paré en San Telmo a comer con Manuela. Me contó de sus aventuras con el dentista y la peluquera. Un dentista, «el mejor ortodontista de Buenos Aires» que tiene un consultorio que se quedó en la década del sesenta. La secretaria, una solterona cerca de los sesenta, que cuida al doctor como al marido que no tiene. Manuela sentada en el sillón escucha que la secretaria le cuenta que el doctor no está bien y que se tuvo que tomar un alplax. El doctor tiene la tendencia de querer salvar a todo el mundo porque no pudo salvar a su propio hijo que murió en la pileta de un vecino. En la peluquería fueron historias de novios celosos y ex empleados presos por abuso. La idea de Ben es ir el año próximo a Noruega y bajar por UK hasta el Norte de Francia.
Me gusta leer mis diarios viejos donde el futuro es algo que ya sucedió. El próximo año de allí a Portugal y ya después cruzar el Atlántico. Caribe, canal del Panamá rumbo a Filipinas para hacer el Pacífico Norte. Un plan para los próximos años. En otra línea de tiempo estoy con la bicicleta en Estambul esperando el buen momento para adentrarme en Asia. Los deseos y las fantasías tienden a cumplirse. La ruta a Junín estuvo tranquila y placentera. Llegamos para ver el atardecer en el campo. En una esquina hay un lugar perfecto para hacer una casa mirando al ocaso. Mayra está muy hermosa hoy.

28/09/2019. La noche anterior a la carrera me la pasé escuchando la reedición de los primeros discos de Dinosaur Jr.

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