Por encima de John Rambo, Ivan Danko, Nico Toscani y cualquiera de las encarnaciones de sus intérpretes siempre, pero siempre-siempre, estuvo John McClane.
Sinónimo del one-liner fílmico (el chiste de una sola frase, en referencia a lo vivido), sadomasoquista extremo y perdedor por excelencia ( fuera de la acción, por supuesto), el personaje creado a medida para Bruce Willis es uno de los más atractivos e interesantes de los últimos tiempos. Y no hay posibilidad de discutirlo. Lo siento.
Después de un debut increíble, una continuación más oportunista que nada y una tercera parte a la altura de las expectativas, llegó la hora de enfrentar la cuarta aventura del ya calvo detective McClane. ¡Y vaya viaje, resulta ser!
A diferencia de su predecesora, nuestro ingenioso amigo vuelve a estar en el lugar erróneo a la hora equivocada, mezclándose con hackers, warlocks y demás raras avis modernas.
La acción es constante. Los oneliners, también. Quizás el mayor defecto que tenga es lo desprovechados que están su nuevo sidekick (Justin Long, el insuperable Warren Cheswick, de la serie Ed) y, sobre todo, Kevin Smith.
Pero vamos a los bifes. Si sos fanático de la serie, no te procupes: la película está a la altura de las expectativas. Un alivio, si tenemos en cuenta que un par de meses atrás nos tuvimos que dar ese golpe en las bolas que en el cine intitularon Spiderman 3…
Pero bue, volviendo… Hollywood sigue dando productos interesantes, más allá de que sean predigeridos, a prueba de riesgos y siempre políticamente incorrectos con una increíble corrección política. Eso sí, de acá a fin de año no hay mucho tanque a la vista, al menos para mí.
Un datito para deprimirse: en el 2008 la primera parte de Die Hard cumple 20 años… Así es. ¡Qué viejos que estamos! ¡Yippee ki yay, mother fuckers!
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Saludos!