En el grupo hay una canadiense que parece una radio. Solo hay que acercarse y empieza a hablar. Que va a ir a una boda en Uruguay de una auténtica uruguaya que conoció en Paris estudiando algo que lleva la palabra business. Que el novio se propuso allí mismo; que era entrenadora de patín hasta que se rompió la rodilla y que su abuelo habla ocho idiomas. Simplemente no para de hablar mientras hay alguien cerca. Asume inmediatamente el interés del auditorio y empieza. Puede decir incluso que ama el silencio de las montañas y que necesitaba esta paz. Hay un sueco con cadena de oro que nunca escuchó hablar de Radio Dept y que es un divorciado solitario. Hay una portuguesa que estudio letras pero vende seguros y un catalán buena onda y pelado con una novia hermosa. Hay una alemana que se llama Heidi y otro alemán llamado Hermann. Todos quieren naturaleza a un precio razonable y con razonable confort también. A la noche me encontré con Ceferino en el bar del pueblo al que nunca había bajado en siete años. Ceferino enseguida encontró alguien con quien hablar de caballos y lo difícil de la doma. Yo había estado la semana pasada leyendo Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta. No hay nada como un buen título. Todo el mundo quería saber de qué se trata. Se trata de cómo vivir una vida menos ordinaria. O de cómo transformar cualquier vida en algo significativo. Se trata del elogio de la mentalidad práctica. De la inteligencia práctica mejor dicho. De la inteligencia que no piensa. De ser con el objeto. De realizar cualquier tarea con excelencia. A mi lado un holandés charlaba con un paisano que también hablaba de caballos. De caballos que se vuelven bellacos. Que linda palabra! Más allá dos escaladores hablaban de la piba que quedó colgando de las cuerdas en el Saint Exupery. Una roca cayendo a toda velocidad le dio en la cara. Como al ex novio de Irene. El impulso suicida. I love you but I have chosen darkness. Ese fue el leitmotiv de esta semana. El impulso destructor. El llamado de lo oscuro. Cuando se busca todo lo contrario. El problema de la separación dice el autor del Zen y el arte…Con Ceferino trabaja un paisano riojano y borrachín que le gusta andar peleándose en los bares. Siempre termina golpeado. Su fantasía es matar a alguno con su cuchillo que desenvaina cada vez pero solo termina recibiendo golpes. Salimos al campo seguidos de nueve perros. Por la noche comimos guiso y nos dormimos cuando se iba el día. En el macizo se veían las luces de las lámparas de los que subían. Malhumor cerro los ojos, respiró ondo y pensó en su futuro.

Santiago Bardotti

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