El asunto es que Dj Malhumor se las arregló para estar otra vez arriba de un micro alto e inestable en un camino de cornisa infinita que daba miedo de solo mirarlo. Enfrente del micro, parado ahora, hay dos camiones que vienen del otro lado. Apenas hay lugar para un auto; cómo van a hacer para pasar el micro y los camiones es un misterio. También es un misterio cómo se las arregló Malhumor para estar haciendo algo que una vez, hace tiempo, se dijo, no volvería a hacer ni mamado. Todo empezó en Chile hace unos meses en Torres de Paine. Fue el día en que conoció a Batichica. Caía la tarde y las montañas estaban majestuosas. El cielo tan diáfano y las paredes de granito que parecen que todavía se están
elevando. Era esa hora en que no se sabe si la luz está por irse o recién está llegando. En el campamento todo el mundo ponía orden a las últimas cosas del día. Ya se había cenado. Ya se habían visto una vez al pasar; esta vez hablaron un rato sin tiempo; al final ya estaba todo oscuro y no quedaba nadie alrededor; sin que dieran cuenta todo se fue apagando; solos ellos y el silencio de la montaña. Al final de la charla, parados los dos cerca de un árbol frondoso, decidieron irse a Cuzco en bicicleta. El encuentro tuvo algo de mágico; como si el destino hablara. Malhumor, este es el camino le decía el destino. Lo que es terrible. ¿Hay mano más férrea y difícil de torcer que la del destino mismo? ¿Se le puede decir que no al destino? A un libre pensante como Malhumor el destino le da miedo y entonces, como en otras oportunidades, hace cosas como para ponérselo en contra. Aunque sea un poco. Malhumor tiene un amigo que cada vez que conoce a una chica la lleva a ver alguna de sus películas favoritas. En general incluso es siempre la misma. Para Malhumor es al revés. Cada vez que conoce a alguien quiere ver algo nuevo; a riesgo de que salga mal; realmente mal. Por eso es raro que terminaran con las bicis en la bodega del micro en esa ruta tan hermosa como endemoniada que ya conocía en parte. La música del azar seguramente. Después del primer encuentro en que decidieron el viaje se vieron unas horas en Ushuaia, otras más en el Chaltén tomando mate junto al río y por el último en la cancha de River cuando Trezeguet le hizo ese golazo de volea a Ferro. Después, sin más, salieron. Por eso terminar arriba de un micro por esos caminos de cornisa no es lo único arriesgado desde que la conoció. Está de hecho batichica misma; por supuesto; aunque todavía no puede saberse. Mucho más urgente fue lo de la víbora. Habían terminado de ver una película afuera de las carpas cuando encendieron las lámparas frontales y la vieron. Parece un chiste porque esas cosas no pasan. Que una víbora venga hacía dónde uno está y quiera meterse dónde uno debería estar durmiendo solo sucede en películas. A Malhumor le pareció ridículo y gracioso a la vez. No terminaba de creerlo. Como aquella vez que lo corrió un chancho salvaje. Sí alguien lo viera desde el cielo con el aislante de escudo y un palo como arma. La víbora se irguió y levantó la cabeza como en los documentales de la tele y entonces Malhumor terminó en la carpa de batichica por un rato. Algo debe andar mal en su cabeza que prefirió salir a enfrentar al bicho a quedarse en la carpa con la rubia más linda de todas. Creo que lo dijo Nietzsche; para el macho lo primero es el orgullo. La víbora resultó ser en verdad muy venenosa lo que a la mañana siguiente hizo todo aún más irreal. Malhumor se había arriesgado de verdad; seguramente porque no lo sabía. Esa noche tuvo sueños extraños donde caminaba por una ciudad desconocida y conocida a la vez. Volver a hacer algo que da miedo; enfrentar animales peligrosos; estar allí dónde no nos esperan. Repetición y diferencia en la vida de nuestro héroe. Dj Malhumor