¡Una película ecuatoriana! Me gusta ver películas de países de los que nunca vi nada. Además, estuve en Quito hace poco, así que me gustó ver otra vez su centro, escuchar la forma particular del voseo de sus habitantes, ver de vuelta esas marcas de bebida.
La película no es nada del otro mundo pero está de lo más digna. Comienza con un asesinato a cuchillo y un niño atropellado. Esto lleva esta historia coral directamente al hospital, donde se encuentra su protagonista central, un médico forense que pasa sus días en un festival de autopsias. A partir de ahí, el material que mueve el film son los muertos; los muertos y sus últimos momentos. La peli parece decir que todo es cuestión de tiempo, y que los vivos no están mucho más vivos que los muertos. Algunas actuaciones la salvan, así como algunos diálogos interesantes que intentan pintar las tensiones de la realidad ecuatoriana de hoy: por ejemplo, la idea de que la violencia viene de Colombia. Sobre el final, se sabe que ese título tan sugerente no está desligado de la canción que lo incluye, «Basta de llamarme así», de los Cadillacs. Otra vez, como en la peli uruguaya Una forma de bailar, le toca al rock de estas pampas hacerse cargo del bautismo.