Sí, fui a ver otra de Ezequiel Acuña. Pensé que nunca lo haría, pero caí. Cómo describirlo; lo más descriptivo es el título mismo. Me parece que lo más acertado es decir que, en comparación con esta peli, Nadar solo era un auténtico canto a la vida. Por lo menos Nadar solo terminaba con la expectativa de un amor, y no había muertes en la superficie. En fin. Esta es más pesada, pero, por algún motivo misterioso, me parece también que es más bella. Sale Antonella Costa, entra la chilenita Manuela Martelli, rodeada siempre por un halo angelical formado por música epifánica por y para chicos tristes, conejitos y frondosos bosques palermitanos. Sale el mar de Mar del Plata, entra el mar de Valdivia. Sale el hermano perdido, entra el hermano presente. Y entra algo de una violencia y una impotencia un poco más real, más fuerte. Absolutamente prohibida para domingos a la noche. Pero un día bien soleado pueden probar. La música, por supuesto, la de siempre. Están avisados.
Marcela Basch