En épocas pasadas, lo que se llamaba cine de explotación (exploitation) era un cine celebratorio de (y en) su incorrección política. Hoy en día este término se transformó en un elemento más de películas (seudo) prestigiosas que se premian en festivales. La provocación como un elemento decorativo más.
La historia de Clip (2011) es lo de menos: las aventuras sexuales de una adolescente, su vida en familia, las fiestas con sus amigas, una historia de amor violento, etc. Los ingredientes para darle algo de vida a un producto tan anodino, son varios: se trata de una opera prima, su directora es una mujer joven y también es joven y bella su adolescente protagonista. Además, la película contiene escenas de sexo explicito. Como broche final para todo este producto, se trata de una película serbia. País de cinematografía lo suficientemente pequeña y extraña como para transformar a esta película en un objeto particularmente seductor, al menos para los festivales de cine. Lugares donde esta obra de Maja Milos cosechó algunos premios.
La película está armada en un tono de veracidad y realismo que lleva a su realizadora a intercalar imágenes grabadas con celulares. Estas imágenes suelen ser escenas de sexo explicito de su protagonista. Los adolescentes hacen estas cosas, parece decirnos su directora. Y nada mejor que reproducir sus comportamientos para acercarnos a ellos. Y basta ver el armado de esas escenas para ver que el supuesto realismo de Clip, es solo un artificio vació y burdo. De nuevo esa palabrita “exploitation”. Falsear todo para lograr un sentido de la realidad, no estaría mal. Ahora, intentar reflejar la realidad, para solo lograr un cliché sacado de otras películas y autores, es una perdida de tiempo. Tratar de “entender” a los adolescentes, es una tarea de viejos. Sobre todo, de viejos moralistas. La típica película que no da respuestas, principalmente porque nadie hizo ninguna pregunta.
Y hablando de otros autores, se suele nombrar a Larry Clark para hablar de esta película. La diferencia sería que a Clark, en su obra cinematográfica al menos, lo que le fascina son esos adolescentes descastados que viven sus vidas alejados de la presencia de cualquier adulto. Es un mundo de ficción que toma elementos de la realidad casi de forma decorativa, de escenario. Una fantasía que prescinde de familiares enfermos y atisbos de redención o prosperidad social. Lo de Larry Clark es una obsesión. Lo de Maja Milos, por ahora, es solo un cálculo, una formula. El primer paso en la carrera de una directora que parece tenerlo todo para triunfar en el mundo del cine. Al menos, en ese espacio de los festivales. Lo cual no es poco. Cosas que al cine, especulaciones incluidas, no le interesan.
(El título de este texto se lo debemos a The Runaways, otras chicas malas que supieron de que se trataba eso del “exploitation”.)
M.A.