Bertrand Bonello es un claro representante del director autor. Producto (y ejemplo clásico) del cine francés y su historia. Un director “moderno” que gusta de mezclar formas y estilos. En su anterior película, De la guerre (2008), una personalísima adaptación del libro de Carl von Clausewitz, lograba llevar a buen puerto una serie de ideas disparatadas comandando a un trío explosivo de actores; Asia Argento, el finado Guillaume Depardieu y a la joya nacional (francesa) Mathieu Amalric.
(Para desarrollar en otro momento: hay una relación directa entre L’Apollonide y Tournée, más allá de describir universos plagados de mujeres -y mujerotas- y de sus bandas de sonido soul rockeras, hay algo de la liviandad bien entendida y de cierto placer hedonista que une ambas obras).
Bonello esta vez elige contar una historia original, los últimos días de un prostíbulo durante el cambio del siglo XVIII al XIX. El noventa por ciento de la película ocurre puertas adentros y la narrativa esta marcada por las historias de un variado grupo de prostitutas. Las chicas de Bonello (como antes las chicas de Amalric) son la fuerza (motriz, narrativa) que lleva la película. Sus cuerpos, rostros y sus particularidades se entremezclan con la trama y, esa mezcla, logra una puesta en escena hipnótica. Hay un gesto muy obvio en Bonello para alejarse del clasicismo que le indica la historia, y es a través de la utilización de diferentes recursos formales como la pantalla divida, el uso de las canciones modernas (rock, soul), y hasta registrar una escena SPOILER en un formato de video de baja calidad (en la polémica secuencia final). Como si todo eso fuera necesario para mostrar que lo suyo no es simplemente contar un historia ambientada en el pasado. Bonello es un director extraño (y virtuoso) que por momentos parece depender de varias tradiciones cinematográficas y por otros de ninguna (o en tal caso de otras tradiciones, Bonello es además músico). Por alguna extraña razón, algunos directores franceses (ex – jóvenes) y modernos parecen verse obligados a realizar sus películas “de época”, Arnaud Desplechin con Esther Kahn (2000), Olivier Assayas con Les destinées sentimentales (2000) por citar un par. Y esto termina siendo una marca, o síntoma, del cine francés actual. Por un lado nostálgicamente enamorado de
Habiendo dicho todo esto, también es cierto que L’Apollonide (souvenirs de la maison close) es una de las mejores películas que se van a poder ver en este BAFICI. El gran merito de Bonello es mostrar la vida mientras ocurre, a diferencia de lo que suele ocurrir con las películas de época, en donde la vida se muestra en pasado.
Y un saludo a algunos de nuestros colegas quienes ante la belleza, solo ven un gesto reaccionario. Eso les pasa por ser, a diferencia de estas mujeres, tan feos.
(El título de este texto se lo debo a mi colega Cecilia Barrionuevo).
M.A.