Escribe: Rodrigo Faisán
para entrar en calor una aventura del Joven Faisán en la Buenos Aires de 1990…
Hace frío y el Joven Faisán está lejos de casa, de alguna casa. Anclados en 1990 y con el mejor equipo de fútbol del mundo a punto de debutar en Italia, el Joven Faisán y sus amigos se sienten campeones. No solo por el fútbol: todavía no tienen 20 años, esa es razón suficiente.
Es un sábado a la noche en el viejo Abasto, el Joven Faisán lleva poco tiempo viviendo en la capital de su país y todavía no se aprendió el nombre de estas calles mal iluminadas. El mercado del Abasto es un gigante que parece que se le va a caer encima, el Joven Faisán le mea tranqui una columna y escucha un ruido a chapa pisada que lo deja congelado, «debe ser algún borracho que se despertó» piensa y guarda rápido, esquiva bolsas de basura desparramadas sobre el barro de algo que debería ser la vereda y camina hasta la esquina donde están Pablito y El pibe Garrafa, llega justo cuando un patrullero que hace medio segundo dobló por Corrientes se para frente a ellos, el Joven Faisán no puede creer que eso suceda justo en ese instante, y no es la meada lo que lo preocupa sino las dos manzanas que manoteó entre las rejas de una verdulería hace dos esquinas y que guarda en los bolsillos de la campera. La ley pide documentos y todos como buenos provincianos los tienen encima, todos conocen historias de jovenes cagados a palos por la yuta con cualquier excusa, «¿qué hacen acá?», «vamos a un recital», «ahhh» y el cana hace una pausa y mira los de-ene-is como si en esa cara 4×4 fondo blanco estuviera el prontuario completo, el pasado y el futuro, además hay un cana que no se bajó del patrullero y otro que sí y que se hace el sabueso y olfatea la zona recién meada buscando algún descarte o esa famosa excusa para darle un poco de fiebre al sábado por la noche.
«Son del interior… ¿y qué hacen acá?» pregunta el cana mientras devuelve los documentos, «estudiamos» dice uno o los tres, no queda claro y la reconstrucción de los hechos no echa ninguna luz al respecto, vuelve el sabueso y sin decir nada se mete en la lancha, el cana interrogador manguea un cigarrillo y antes de cerrar la puerta dice: «cuidensé que esta zona es brava».
El Joven Faisán se siente de alguna manera un sobreviviente, si bien no se da cuenta de la real dimensión de la amenaza policial, cree que zafó de algo, una buena paliza o una visita a alguna celda por averiguación de antecedentes o una acusación de un crimen no cometido.
Entonces el Joven Faisán y sus amigos van con una extraña euforia a ver al Joven Calamaro a Babilonia. Son los días heroicos de Nadie sale vivo de aquí y ver a Calamaro es una de las obligaciones ineludibles del joven estudiante de comunicación social con vocación rockera. Es ver al artista del año pasado tocando el mejor disco del año pasado. El que ganó la encuesta del Sí de 1989 y el que no vendió casi nada pero todos se lo grabaron. El mejor disco de la era del fin del vinilo.
Babilonia está a full, guarda viejita que acá todos compiten por ser el más rocker. Hay famosos pero Faisán y sus amigos sólo se fijan en las famosas de esa noche, la hija de Berugo Carámbula y una morocha que se llama Lara y sale con Lalo Mir y tiene un orto como para pedir turno con meses de anticipación. Se piden una cerveza que pagan y toman entre los tres y suben corriendo al piso donde está el escenario, no hay ni 200 personas pero parece que fueran mucho más. El Joven Faisán se come una manzana mietras mira al Joven Calamaro, que parece muy en pedo pero logra mantener una pose desafiante. Sabe que la lista de temas de esa noche es invencible: Pasemos a otro tema, Adiós amigos adiós, No tengo tiempo, Sábado a la noche de Moris, Señal que te he perdido, Loco por ti, Vietnam y Dos Romeos, si no toca Dos Romeos se lo comen crudo.
Bueno, por ahí exagero, pero esa noche y después otra en el Arlequines parecía que todos formaban parte de la misma conspiración, una especia de resistencia, no parecía haber enemigos ahí afuera, no se los reconocía, pero se sabía que en el país estaba todo mal y sin embargo estaba todo bien, el turco recién llegaba y no entendíamos lo que se venía, pero se venía…
Unos días después hay un recital a beneficio de alguna causa perdida en el tiempo, es en Cemento y el presentador es el Joven Chabán que de paso recita algo. Cierra Divididos y antes toca ¡El Reloj! Es una noche larga y húmeda, a Calamaro le toca tocar temprano, después de Man Ray. El lugar está lleno de fans de Sumo que cuando aparece el Joven Calamaro le gritan «¡Puto!» y «¡Forro!», con convicción, con militancia, le gritan porque no le van a pegar. Calamaro hace el número del tecladista cowboy, toca con los dos índices y luego los levanta como si tuviera un revólver en cada mano, apunta a los de adelante y dispara, le gritan «¡Grasa!» y él se desquita cantando esa que dice «está lleno de señoritas este lugar» y Cemento atestado de pendejos pre rock chabón no nota la ironía, si alguien lo hubiera hecho al pobre Calamaro lo cagaban a sopapos mal y no salía vivo de allí.
Obras (pecsi roc estadium) Diciembre 2005
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Y de las noches pre rock chabón llegamos a este atardecer post rock chabón, y cuando digo post rock chabón no estoy hablando de un grupo de Ciudad Evita que lucha por tener la concesión del sonido Mogwai o Sigur Ros en Argentina. Cuando digo post rock chabón lo hago porque suena bien, dejo la profundización y las teorías de evoluciones y demases en manos de psychos analistas y sociólogos del rock aburridos que tengan tiempo al pedo o cobren por eso.
Yo solo tiro la posta y les advierto una cosa: se viene el post rock chabón y nos va a agarrar a todos discutiendo si la banda más cul del momento es Russians Futurists, Architecture In Helsinky o Los Recalientes de Pelotillehue, cuando nos demos cuenta el Post Rock Chabón va a tener copadas las radios, los canales de videos, las revistas contraculturales, los festivales, los chismes de Rial y la cama de las modelos de Giordano (y a Giordano también).
2,5
Estuvo bueno, lástima los solos de guitarra, sí loco, ¡basta de solos de guitarra!, ya lo dijo Calamaro en las épocas en las que grababa 33 canciones por día: «es increíble lo que se puede hacer si eliminás los solos y los arreglos» y entonces iba y hacía un rap/ un tango/ una rumba/ un dylan/ un punk/ un rock/ un folclor/ un blues/ un reggae que duraba un minuto y medio y tenía estribillo, rimas asonantes consonantes disonantes y melodía pegadiza. El regreso del salmón blanco a la canción rock de estadios podría haber sido sin esa innecesaria demostración de onanismo (ajeno) que es el solo de guitarra, ¡que encima parecía el mismo solo en todos los temas! ¿Cuánto tiempo perdimos escuchando solos? ¿20 minutos? ¿25? En un recital que dura dos horas y que sale 50 mangos es mucho tiempo. Encima hay que soportar a los guitarristas y sus poses, el nabo con cigarrillo en la boca y andar a lo Kit Richards que apoyaba la pata en el parlante y ponía cara de sufrido, loco basta de demagogia, esos trucos ya eran viejos en Barock…
3,1416
Fue una verdadera fiesta del post rock chabón, lástima los coros de quinceañeras gritonas que se reproducían por todas partes, me escapaba de un grupo y aparecía uno nuevo por otro lado, encima había que cuidarse de no pisarlas y de no taparles al Andrelo porque sino te empujaban y puteaban, ¿chicas no pueden cantar bajito?, no hace falta gritar las letras, ya nos dimos cuenta que se saben Paloma de memoria, estaría bueno escuchar un poco al Cantante también.
4,5684226598
Igual que hace 15 años el repertorio por momentos es invencible (y eso que no está ninguna de aquellas canciones): Clonazepán y circo, Estadio Azteca («prendidooo… a tu botella vacía»), La parte de adelante, Los aviones, La libertad, Crímenes perfectos. En otros momentos las canciones suenan vencidas por el tiempo y la difusión de las radios de hits: Mi enfermedad, No se puede vivir del amor, Sin documentos, Vasos Vacíos con Vicentico. O suenan directamente masacradas por esa banda de sesionistas millonarios que tiene ahora, como en Tuyo siempre o El salmón.
15513632521 (011 adelante si llamás desde el interior)
Bueno, la termino rápido porque me tengo que ir de vacaciones.
Resumiendo: estuvo bueno, lástima que me estoy volviendo un viejo choto al que nada le viene bien y le duele saber que nunca más verá a Calamaro tocando en un sucucho maloliente para 200 personas.
¡Que haiga felicidades!.
Rodrigo Faisán
Rodrigo Faisán polémico analista de la contracultura argentina, militante de la corriente gasista radioactiva y CEO del sello discográfico Bost Art es autor de libros cómo Indietrónica y agua tónica: Revoluciones al pedo y Garcha (esta banda ya la vi). La editorial Libros Encerrados acaba de publicar su nuevo trabajo Ay no, yo sólo escucho Kraut Rock (memorias de eternos adolescentes).
Actualmente se encuentra trabajando en dos libros: Personas en pedo, ensayos sobre cultura rock y El dúo Pastoral is playing at my house, my house. Estos volumenes serán publicados por las editoriales Eloísa Garronera y Belleza y Boludez respectivamente.